Para comenzar a responder esta pregunta leamos la lectura del Evangelio:
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
El texto que leímos nos habla de una chica adolescente que viaja presurosamente a visitar a su prima Isabel ¿Qué tanto viajaba la gente en aquellos días?
El Evangelio de este cuarto domingo de Adviento nos centra en la Virgen María como protagonista ya que dentro de unos pocos días celebraremos la Navidad. Inmediatamente después de la narración de la anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen inicia el pasaje que leemos hoy.
María partió presurosa a la región montañosa de Judea donde vivía su prima Isabel. Se trata de una travesía de al menos dos jornadas desde Nazaret hasta Judea.
Como antecedente para hablar de la manera de moverse en aquellos días debemos recordar que los pobladores de zonas deserticas son normalmente nómadas. Los ancestros de Jesús de Nazaret, Abrahan, Jacob y Judá, así como Moisés, e incluso David, fueron pastores que viajaban con sus rebaños de un lugar a otro en busca de alimento. La gran gesta que da identidad al pueblo de la Antigua Alianza es el éxodo, a saber, el viaje desde la huída de Egipto hasta la entrada en la tierra prometida cuarenta años después, pasando por la Alianza que hicieron en el monte Sinaí. Todo aquel tiempo el pueblo fue nómada.
El pueblo judío conservó el recuerdo de aquellas épocas realizando peregrinaciones. Para quienes vivían en el territorio de Palestina eran requeridas al menos tres peregrinaciones al año a Jerusalén. Para quienes vivían fuera se pedía una al año o al menos hacerla una vez en la vida.
En tiempos de nuestro Señor Jesucristo, la gente normal caminaba. Solamente la caballería del ejercito y los muy poderosos gozaban el privilegio de viajar en carrozas tiradas por animales. Lo normal en los viajes era asociarse con un grupo grande de personas y así, viajar en caravana, mucho mejor protegidos contra los maleantes del camino, que si se viajara solos.
La Virgen María visitó presurosa a su prima Isabel, nos dice la narración. Es posible que viajara dentro de un grupo de judíos más o menos numeroso hasta Jerusalén y de allí hiciera unas horas a Ein Karem donde vivía Zacarías e Isabel. Lo más importante del tema de hoy es que María es una mujer de fe y recibe de su prima la confirmación de su adhesión a la voluntad de Dios: “Dichosa tú que has creído porque se cumplirá aquello que se te prometió”.
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