En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, ve hoy a trabajar en la viña’. Él le contestó: ‘No quiero’. Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: ‘Voy, señor’. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?”. Contestaron: ‘El primero’. Jesús les dijo: ‘Les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia, y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no recapacitaron ni le creyeron'” Palabra del Señor.
Estamos por iniciar la recta final del año litúrgico (ciclo de fiestas religiosas que se inicia con la Navidad y concluye con la fiesta de Cristo Rey). En el evangelio de san Mateo nos encontramos en una sección narrativa (Mt 19,1-23,39), en la que se nos proponen varios encuentros y desencuentros de Jesús con las autoridades. En el texto de este domingo sigue a una controversia de Jesús con los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo (Mt 21,23) porque Él había volcado las mesas de los cambistas y había dañado los puestos del Templo que vendían a las víctimas para el sacrificio (Mt 21,12-17).
En otros evangelios esta parte es conocida como la sección del juicio de Jerusalén y, en realidad, la mayoría de situaciones vividas por el Señor con las autoridades se asemejan a un juicio. Esto por el antecedente de personas con las que discutió Jesús, a saber, los sumos sacerdotes y jefes, y que representan al “ustedes” a quienes acusa de no haber recibido a Juan Bautista (Mt 21,32).
Los sumos sacerdotes en tiempos de Jesús, eran los miembros del grupo saduceo (este nombre proviene de “Sadoq” quien fuera el primer sumo sacerdote del Templo de Jerusalén fundado por Salomón), que se habían apoderado del culto en el Templo de Jerusalén y cuya postura política era la de una total sumisión a los romanos.
Los jefes del pueblo podían provenir de grupos políticos fariseos y herodianos que formaban parte del Sanedrín (Suprema Corte de Justicia judía). Como podemos apreciar, tanto los sumos sacerdotes como los jefes del pueblo representaban la cima de la sociedad judía.
En cambio, los publicanos y las prostitutas representan un segmento réprobo desde el punto de vista religioso. Dios envió la salvación para toda persona, la mención de los dos extremos de la sociedad sirve para englobarlos a todos, hijos mayores y menores, hijos socialmente aceptados y reverenciados, así como hijos despreciados por su condición moral.
Todos en esta vida se encuentran en la posibilidad de arrepentirse de su mala vida, o bien, en la posibilidad de engañarse y seguir con ella, aunque ante la sociedad sean considerados entre los mejores.
Regresando al contexto de este pasaje, vemos que concuerda claramente con el del juicio de Jerusalén. En esa ciudad, centro de la religiosidad hebrea, se concentraban los grupos más recalcitrantes de observancia religiosa, pero no por ello los grupos más dóciles a la llamada de Dios para la salvación.
*Mons. Salvador Martínez Ávila es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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