Evangelio según San Mateo (Mt 11, 2-11)
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Jesús les respondió: “Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salieron a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salieron a ver, un hombre vestido con lujo? Miren, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salieron?, ¿a ver a un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. En verdad les digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.
El pasaje que leemos este domingo dentro del evangelio de San Mateo se encuentra en una parte avanzada del ministerio de Jesús en Galilea.
Recordemos lo que leímos sobre la predicación de Juan Bautista en el río Jordán: cómo animaba a todos a convertirse dando frutos de buenas obras, cómo juzgaba fuertemente a los fariseos y otros grupos que solían practicar la hipocresía.
Pero sobre todo, recordemos cómo Juan Bautista anunciaba que ya el hacha estaba a la base del árbol lista para cortar aquellos árboles que no dieran fruto; cómo el bieldo ya estaba separando el grano de la paja.
Ambas comparaciones eran utilizadas para referirse a la intervención definitiva de Dios, el “día de Dios” que según los escritos proféticos (Jl 2,31; Am 5,18) eran momentos de sufrimiento y manifestación de la ira de Dios contra los que obran mal.
Teniendo esto en mente, es posible compararlo con aquellos signos que daba Jesús, a saber, “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.
Con esta respuesta Jesús enviaba a Juan Bautista una respuesta inequívoca, “sí, soy el que había de venir”. Aunque los signos esperados por el Bautista no coincidieran con lo que él había predicado. Estos signos también estaban anunciados por algunos profetas como Isaías (Is 61,1-2) o Sofonías (So 2,3).
El pasaje concluye con la acreditación que hace Jesús a propósito de Juan Bautista, él es un profeta y más que un profeta. Sin embargo, es de notar que el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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