En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. (Mt 22, 34-40)
A lo largo de todo su ministerio y en particular, como hoy nos lo presenta san Mateo durante su ministerio en Jerusalén, el señor Jesús demostró ser un buen conocedor e intérprete de las Escrituras.
Esto se hace muy evidente porque siempre respondió a este cuestionamiento del primero o mayor de los mandamientos de la misma forma. En san Marcos (Mc 12,26-32) Jesús se encontraba también en su ministerio en Jerusalén. Quien propone la pregunta no fue un fariseo sino un maestro de la Ley, el contexto es el mismo puesto que anteriormente, Jesús había refutado a los saduceos, pues negaban la resurrección de los muertos.
Su respuesta coincide con la oración judía conocida como “Shemá” (escucha) proveniente del libro del Deuteronomio (Dt 6,4-5). En las dos versiones de los diez mandamientos siempre es el amor y rendimiento de culto único debido a Dios el primer mandamiento (Ex 20, 1-17; Dt 5,6-22), pero Jesús añade como segundo, también, el amor al prójimo.
San Marcos añade una respuesta entusiasta de parte del maestro de la Ley que coincide con Jesús en que el amor al prójimo es más importante que el culto. Este posible altercado concluye positivamente, en el relato de san Marcos porque Jesús dijo: “no estás lejos del Reino de Dios”.
En el Evangelio de san Lucas (Lc 10,25-28) el contexto es diverso ya que el diálogo se da durante el camino de subida a Jerusalén, el cuestionamiento es sobre cómo conseguir la vida eterna, Jesús respondió recordando el primero y el segundo de los mandamientos. La reacción del doctor de la Ley fue preguntar, “¿entonces quién es mi prójimo?”. A lo cual el Señor respondió con la parábola del buen samaritano.
Por lo que apreciamos, Jesús siempre relacionó el amor a Dios pasando por el amor al prójimo, esto concuerda plenamente con su ejemplificación del juicio final (Mt 25,31-46), donde Jesús dice: “lo que hiciste al más pequeño, a mí me lo hiciste”.
Jesús es en verdad Hijo de Dios, amarlo a Él es cumplir el primer mandamiento amando a aquellos que están necesitados.
*Mons. Salvador Martínez Ávila es Rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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