En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.”
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. Palabra del Señor (Lc 1,39-56)
En los evangelios no se nos narra la Asución de la Virgen María a los cielos. Por este motivo en primer lugar debemos introducirnos en la historia de la Iglesia primitiva.
De acuerdo con el evangelio de San Juan, Cristo en la cruz entregó su madre a Juan para que éste la cuidara. Nos narra el evangelio que desde aquel día Juan acogió en su casa a María (cfr. Jn 19,27). El libro de los Hechos de los Apóstoles nos menciona a la madre de Jesús entre los discípulos reuniéndose para orar (1,14).
Ahora bien los testimonios sobre la vida y tránsito de la Virgen los encontramos en los primeros siglos del cristianismo. Por ejemplo el libro de los Hechos de Juan por Prócoro (160-170 dC). Las cartas de Ignacio a Juan (ca 370 dC), el Tránsito de la Bienaventurada Virgen María también del siglo IV de nuestra era y el Libro de Juan sobre la dormición de la Virgen (ca. III-IV dC).
Todos ellos nos narran que la virgen y Juan vivieron en Jerusalén hasta que ella se fue al cielo. Después de esto Juan habría emigrado a la región de Éfeso donde escribió el Apocalipsis.
También se conoce la tradición de que no todo el tiempo vivió la virgen en Jerusalén sino que transitó entre Jerusalén y Éfeso en Asia Menor (actualmente Turquía).
El centro temático de esta fiesta litúrgica radica en que Dios concluyó el camino de la Virgen María de una manera existosa y por este motivo fue llevada al cielo en cuerpo y alma. Ella fue glorificada por Dios como lo fue su Hijo Jesucristo al resucitar entre los muertos.
Ahora bien, el texto que mejor nos representa esta relación de predilección y exaltación de la Virgen María es el encuentro que ella tuvo con su prima Isabel, pues recibió de ella la confirmación de lo anunciado por el Arcángel Gabriel, de que sería la madre del mesías por obra del Espíritu Santo.
Pero de una manera especial en el cántico de María que comunmente llamamos el “Magnificat”, ella reconoce que Dios la ha engrandecido particularmente entre todas las mujeres. Ella que es la esclava del Señor. Esta es la razón por la que leemos este evangelio para esta fiesta de la asunción de María a los cielos.
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