En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.
El texto que hemos leído este domingo primero de Adviento es la conclusión del discurso de nuestro Señor Jesucristo sobre el fin del mundo. Abarca todo el capítulo 13 del evangelio de san Marcos.
Comienza con el tema de que todo lo que parece muy sólido como el mismo Templo de Jerusalén quedará completamente en ruinas (Mc 13,1-4), continúa con el anuncio de tribulaciones y persecuciones, ante las cuales no habrá que rendirse ni dejarse engañar por falsos Mesías (Mc 13,6-13). Después habla sobre la destrucción de Jerusalén (Mc 13,14-23). Como cuarto momento del discurso Jesús habla sobre el fin del mundo conocido (Mc 13,25-27). La parte final del discurso inicia con la parábola de la higuera, haciendo énfasis de que habrá señales suficientes para darse cuenta de la proximidad del fin del mundo, pero aclara que por revelación nadie sabrá ni el día ni la hora (Mc 13,28-32).
Entonces viene la exhortación final que hace la continuación natural de la parábola porque respondería a la pregunta: “¿Nosotros qué debemos hacer si no sabemos ni el día ni la hora?” La respuesta del Señor es muy clara y repetitiva en lo que hemos leído: ustedes deben estar atentos y velar en efecto este verbo se repite tres veces.
El sentido de estar despiertos o velar, no es una invitación a la angustia y al insomnio provocado por el nerviosismo. Jesús, más bien, por medio de la comparación de cada uno de nosotros con el portero de la hacienda, exhorta a una vida consciente, a una vida en la cual las personas se dan cuenta de lo que hacen, se dan cuenta del destino al que los llevan sus acciones y también son capaces de interpretar correctamente las señales de los tiempos.
El buen portero o el buen vigilante cumple su misión de forma inteligente, así pues, podemos constatar que la finalidad de todo el discurso del Señor Jesús, lejos de querer provocar el pánico de sus oyentes es, más bien, provocar una actitud sana de vida responsable, en la cual cada uno de nosotros tiene una misión que cumplir, un por qué y un para qué, y en esta fidelidad afronta el día a día y así se inserta en la historia de la humanidad entera.
El destino de la humanidad, según Nuestro Señor Jesucristo, no es la aniquilación, sino su segunda venida a llevar a plenitud la obra de la redención. Por este motivo se usa este discurso al iniciar el tiempo del Adviento, porque nosotros esperamos la segunda venida de Nuestro Señor.
*Monseñor Salvador Martínez Ávila es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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