En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco millones; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco millones fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’.
Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo: ‘Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.
El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación'” .
La parábola que leemos este domingo se encuentra dentro del discurso de Nuestro Señor Jesucristo sobre el fin del mundo, técnicamente se le llama discurso escatológico. Si bien las cantidades expresadas en el inicio y en el desenlace del texto juegan un papel relevante, aquello que es el mensaje importante de la parábola es el contraste de actitudes entre los dos administradores diligentes y el administrador perezoso.
La estructura de la parábola nos ayuda a ver por qué lo más importante es el juicio sobre la diligencia o la pereza. Inicia la parábola con el planteamiento del problema (vv. 14-16) usó solamente tres versículos, lo cual nos permite ver que al Señor no le interesa la cantidad asignada a cada uno. El centro de la parábola está en la forma en que cada uno hizo producir lo confiado a él (vv. 17-18) tan solo dos versículos que no entran en detalles de los negocios.
En cambio, la rendición de cuentas abarca los versículos 19 a 30, son doce versículos. En éstos, el juicio sobre los dos primeros trabajadores es positivo: “bien siervo bueno y fiel: ya que has sido fiel en lo poco te pondré al frente de mucho”. En otras parábolas como la del sembrador nosotros podemos observar que el fructificación supera con mucho a la semilla inicial. En efecto, la parábola nos dice que una dio el ciento por uno, otra el sesenta por uno, etc… (Mt 13,4-9).
En el caso de la parábola que estudiamos, la fructificación iguala a la inversión, lo que coincide en cualquier caso es que no importan las cantidades o las proporciones de ganancia, sino que haya existido un proceso productivo, un buen fruto. Así pues, aquel que regresa la cantidad que originalmente se le dio, no es juzgado por traer poca cantidad, sino por no haber realizado el proceso productivo que se esperaba de él.
Sería en cierto modo semejante a lo que sucedió con las semillas tiradas en el camino, entre piedras o abrojos de la parábola del sembrador. Este sentido de cumplimiento de una misión en la vida lo veremos remarcado en la siguiente parte del discurso, que se enfoca en el juicio final particular, donde cada uno debió actuar en favor de las personas necesitadas que encontró en la vida, y así, se hizo merecedor de la vida eterna.
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