En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el desierto, donde permaneció durante cuarenta días y fue tentado por el demonio.
No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.
Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver todos los reinos de la tierra y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras”. Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las piedras”. Pero Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la hora.
En este relato de las tentaciones a Jesús ¿Qué es lo importante? ¿Hay que saberse muchos pasajes de la Escritura para poder rechazar la tentación? El pasaje de las tentaciones a Nuestro Señor Jesucristo en el desierto está presente en todos los evangelios sinópticos, es decir, san Mateo, san Marcos y san Lucas. El que leímos este domingo es el de san Lucas.
Lo primero que debemos tener en cuenta es la finalidad de la tentación. El maligno se acercó a Eva para que ésta comiera del fruto que Dios les había prohibido (Gn 3,1-7), la finalidad de la tentación, por tanto, no es establecer una charla, no es engañar, sino es que el ser humano desobedezca la voluntad de Dios.
Con esto en mente nos podemos acercar a las tres tentaciones que sufrió Nuestro Señor en el desierto. La primera de ellas se da aprovechando la debilidad y el hambre que sentía después de cuarenta días de ayuno, “haz que esta piedra se convierta en pan”. Jesús responde con una frase tomada del libro del Deuteronomio (Dt8,3), esta frase, así como las que cita en las otras tentaciones, hace patente que conoce la voluntad de Dios y no está dispuesto a contrariarla.
En la segunda tentación, el Señor se rehúsa a cometer idolatría y en la tercera, se rehúsa a cometer un acto totalmente imprudente para tentar a Dios. La victoria contra la tentación no radica en conocer la Escritura. Por este motivo, y tal vez con cierta ironía, en la tercera tentación el diablo cita un texto de los Salmos (Sl 91,11) en la formulación de su propuesta: “a sus ángeles ha mandado que te cuiden…”
Un detalle importante para resistir las asechanzas del maligno es mantener una relación de amistad constante con Dios. No hace falta ser erudito bíblico, o conocer muchos textos de memoria. Es más importante mantener una mente y un corazón sanos para reconocer aquello que hace mal y aquello que es propio de Dios.
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