San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios espirituales habla con toda claridad de la posibilidad de elegir servir al rey celestial, Nuestro Señor Jesucristo, o a su contrincante el rey de este mundo. Elegir es necesario e irrenunciable, pues el que no decide plenamente poner su corazón en Dios no es digno del Reino de los cielos.
El día de hoy el evangelio nos da una parábola que refleja plenamente el proceso y resultado de haber elegido el señorío de Dios y el señorío del dinero. El rico, olvidándose de quienes le rodean, se dedica indefinidamente a la acumulación y disfrute de los bienes de este mundo. En cambio, el pobre Lázaro muere de hambre y de enfermedades a las puertas de la casa del rico. El rico ha hecho del dinero su señor y también recibe el salario de ese señorío. Muere, lo entierran y va al lugar de tormento. En algún tiempo las exhortaciones espirituales de Cuaresma y Adviento insistían excesivamente en descripciones del infierno y sus tormentos.
Actualmente, tal vez por reacción, se niega la existencia y los sufrimientos de semejante lugar. Por otra parte, la aceptación del señorío de Dios en la propia vida, no es asegurarse una vida de penurias económicas, eso no es verdad. Jesús enseñó a lo largo de su ministerio que sus discípulos no debían preocuparse de qué comer, o qué vestir pues de eso Dios se encarga. A nosotros nos debe ocupar el pensamiento y el corazón buscar el Reino de Dios y su justicia.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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