En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
“El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”.
Dijo también:
“¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Así, con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra de Dios.
La Providencia del Reino de Dios
Las parábolas que tienen por tema la explicación del Reino de los cielos son de las más famosas de los evangelios. La parábola del sembrador que obtiene diversos resultados según el terreno en que cae la semilla (Mc 4,1-9) es tal vez la más famosa porque abre las series de parábolas tanto en este evangelio de San Marcos que leemos hoy como en el evangelio de San Mateo que reúne más de siete parábolas en su discurso (cfr. Mt 13).
Específicamente este domingo leemos dos de las tres parábolas que conjunta el evangelista en su capítulo cuatro. Es de notar que a San Marcos le importó, no solamente enunciar las parábolas, sino que incluye breves discursos de exhortación y explicación sobre la manera de comprender las parábolas y también de darlas a conocer.
La parábola del grano de trigo que crece por sí mismo es una parábola presente solamente en este evangelio y pone de relieve como ninguna otra parábola el aspecto providencial del Reino y sus potencialidades internas.
La segunda parábola leída el día de hoy es la de la semilla de mostaza y coincide con la primera en llegar a un punto final de plenitud, sea representada esta por el día de la cosecha como por el ser un árbol capaz de dar cobijo a las aves.
Con ello notamos que el Reino de los cielos no es una realidad estática o simplemente referida al fin de los tiempos. Es una realidad irrelevante al principio, pero dinámica en el sentido de llevar ineludiblemente a la plenitud.
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