En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.
Palabra del Señor
Diferencia entre los efectos del maná y el Pan de Vida del que habla Jesús
El maná es el alimento que Dios procuró a su pueblo durante su paso por el desierto (Ex 16,13-16). Es un don providencial porque tiene un ritmo de aparición, del primero al sexto día de la semana si faltar un sólo día; fue entregado solamente durante los cuarenta años que duró el camino del desierto.
Pero su efecto es el alimento cotidiano del pueblo. En cambio Jesús habla del verdadero Pan del Cielo que es el mismo. Por supuesto su discurso no debe ser tomado literalmente, sino espiritualmente. Jesús ofrece su cuerpo y sangre y más de una vez insiste en que esto tiene que ver con la fe en Él.
Jesús es también un don providencial proveniente del Padre, este don requiere la fe para ser recibido y es tan íntimo que es cuerpo y sangre para ser comido por nosotros. A dos mil años de distancia no nos cuesta trabajo referirlo a la comunión sacramental, la Eucaristía es para nosotros los católicos el Pan del Cielo del que habla el Señor en este discurso de Cafarnaum.
Una discusión que revive cada cierto tiempo radica en saber si la petición del Padre Nuestro, “danos hoy el pan de cada día” (Mt 6,11) tiene más una referencia a la Eucaristía que a la comida normal. Lo que es cierto es que Jesús, sin menospreciar las necesidades materiales, siempre llamó a sus discípulos a darle mayor importancia al sentido trascendente de sus vidas (cfr. Mt 6,32-33).
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