En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
A la espera de los frutos de los sarmientos
¿Hay alguna parábola fuera del evangelio de San Juan que diga lo mismo que la parábola de la vid y los sarmientos?
Enseñar a base de parábolas era muy común en la tradición hebrea. En tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, no era la excepción. Al grado de que el evangelista san Mateo y san Lucas catalogaron algunas parábolas y las conjuntaron temáticamente.
Por ejemplo, el capítulo trece del evangelio de San Mateo contiene ocho parábolas sobre el Reino de los cielos. El capítulo quince del evangelio de san Lucas contiene cuatro parábolas dedicadas a la búsqueda y aceptación de los perdidos.
San Juan, por su parte, nos regala la maravillosa parábola de la vid y los sarmientos dentro de la última cena. La parábola que nos ocupa hoy, la de la vid y los sarmientos, consta de varias partes: la primera de ella nos presenta la obra del Padre que poda a los sarmientos fructíferos y corta a los infértiles.
La segunda parte es la más amplia y significativa dedicada a insistir en la unidad de los sarmientos, es decir de los discípulos, con Jesús que es la vid. Esta segunda parte afronta las dos posibilidades finales, a saber, quien permanece unido dará mucho fruto, quien no permanece unido será barrido y quemado. La conclusión de la parábola retoma la alusión al Padre quien espera de los sarmientos muchos frutos.
Una parábola semejante no se encuentra en ninguno de los otros evangelios porque hace referencia a la fertilidad apostólica que proviene del amor. En el sermón de la montaña de san Mateo (capítulos 5 al 7), una parte está dedicada a la confianza en la providencia divina, esto nos daría un enfoque pasivo de la unión con Dios, es decir, permanezcan confiando en el Padre porque Él se encarga de ustedes totalmente.
La perspectiva de la vid y los sarmientos es activa, la permanencia es para que se dé fruto, el aspecto pasivo se da por hecho.
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