En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad les digo que todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
Les digo, además, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
¿Por qué Jesús después de hablar de tres pasos en la corrección fraterna dice que se debe uno alejar de aquella persona como si fuera un pagano? ¿No sería esto un acto de discriminación?
Una de las características más notorias del mensaje y la práctica cristiana es el ejercicio de la misericordia. Jesús nos mandó amar no solamente a los que nos aman sino también a los que nos odian, bendecir a los que nos maldicen, etc… (Lc 6,27-29).
Sin embargo, cometeríamos un error pensando que Jesús promueve una mentalidad amoral, o permisiva con respecto a la conciencia del bien y del mal. El Señor promovió una mentalidad de crecimiento y progreso al decirnos: “esfuércense por entrar por la puerta estrecha ya que ancha es la puerta y amplio es el camino que conduce al infierno” (Mt 7,13-14).
La conversión personal, así como la procuración de la conversión de nuestros semejantes es un asunto que ocupa a los profetas desde el Antiguo Testamento. Así se lo advirtió el Señor a Ezequiel: “si yo te mando corregir a un malvado y no le dices nada, morirá ciertamente por sus pecados, y tú serás culpable por no haberle comunicado mi palabra” (Ez 33,8).
Es muy cierto que Nuestro Señor Jesucristo se aproximó libremente y sin miedo a los pecadores, incluso se quedó a dormir en la casa del publicano Zaqueo (cfr. Lc 19,1-10). Pero la intención era llamarlos a la conversión. En el caso de nuestro relato de hoy es claro que uno debe hacer un camino de llamados a la conversión: a solas, acompañado por dos testigos y ante la comunidad.
Pero si alguien resiste persistentemente el llamado, entonces lo prudente es respetar sus decisiones y mantener una distancia cautelosa. Si en realidad hacemos caso a Nuestro Señor Jesucristo, nunca daremos por perdido a alguien mientras esté en este mundo, y no es ninguna discriminación alejarse de ambientes y personas que nos pueden ser perniciosas por sus costumbres.
Mons. Salvador Martínez Ávila es biblista y Rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.