En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa”.
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero; muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.
Dentro del evangelio de San Marcos, nos encontramos en la última etapa ministerial de Nuestro Señor Jesucristo, la cual se desarrolló en Jerusalén. Buena parte de esta sección del evangelio es una serie de discusiones entre el Señor y sus opositores por una parte y, por otra, breves críticas de reproche a los jerosolimitanos.
En este día encontramos la crítica a los escribas que son tildados por el Señor de ser merecedores de un castigo muy grave, por aprovecharse de su rango social. En contraposición o contraste encontramos el elogio de la anciana que dio como ofrenda todo lo que tenía para vivir aquel día. Bajo esta perspectiva los escribas y los ricos son los grupos criticados por el Señor. Su forma de vivir la religiosidad es simplemente una forma de afirmar su estatus de superioridad. Esa no es la mejor forma de practicar la fe.
En cambio, la viuda pobre, que echa apenas dos moneditas, no escatima en la entrega de sus pertenencias con Dios. Si los ricos echaban tan sólo de lo que les sobraba indica que la confianza no radica en la Providencia de Dios, así como para los escribas resulta necesario realizar muchas prácticas religiosas vistosas y tomar por propia mano los primeros lugares de preponderancia porque, tal vez, tampoco tenían mucha confianza en la Providencia de Dios.
Por último, en el contexto de juicio contra los habitantes de Jerusalén podemos observar que también entre ellos había quienes vivían una verdadera religiosidad, sin embargo, estos pobres y sencillos no eran los más apreciados en su comunidad.
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