Cultura Bíblica

¿Es preciso un camino de conversión para tener misericordia del Padre?

De las tres parábolas de la misericordia que leímos hoy una toma a un animal, la oveja perdida; otra
toma algo inanimado, una moneda; y la tercera pone a un ser humano. Esta tercera comparación
supone que el hijo perdido inicia el camino de regreso a la casa del padre.
¿Para un ser humano
siempre será necesario que haga, al menos, un poco del camino de conversión, antes de recibir la
misericordia del Padre?

En este domingo leemos el capítulo quince del evangelio de San Lucas en donde encontramos un
conjunto de tres parábolas dedicadas al tema de la misericordia de Dios y cómo esta debe ser causa de
gran alegría para los que caminamos en este mundo. En este artículo analizaremos a los personajes
beneficiarios de las parábolas. El primer beneficiario es la oveja perdida. Se trata de un animal, como
sabemos, los borregos son animales gregarios que solamente se dispersan por causas muy graves.

Sería erróneo pensar que una oveja se pierda por su propia necedad o maldad moral.

Esta parábola pone el acento en que una oveja que se pierde tiene prioridad en la atención y en el esfuerzo del pastor, y este no descansará hasta encontrarla y hacerla volver al redil. El segundo beneficiario es una moneda. La moneda no puede moverse por sí misma, se cae y debe ser buscada, necesariamente, y será encontrada donde cayó. El acento de esta parábola más bien recae en la fiesta que hace la mujer, con sus vecinas después de encontrar la monedita.

El tercer beneficiario de la misericordia es un hijo menor. En este relato sí cuenta mucho lo que cada quien decide. El hijo menor decide reclamar la parte de su herencia, decide irse y llevar una vida disoluta. Como consecuencia de sus malas decisiones cae en pobreza. El joven, después de recordar cómo hasta los jornaleros de su padre tienen un trato mejor que lo que el vive en su presente, decide regresar a la casa del padre que representa sin duda a Dios nuestro Padre.

En este tercer caso es importante distinguir dos cosas, la decisión de convertirse y el camino penitencial que implica esa decisión. En ninguno de los dos elementos está la justificación de la persona. Es Dios por medio de Jesucristo quien nos ha hecho pasar de pecadores a personas justas, sin embargo, Dios no prescinde de la decisión de la persona para convertirse. Alguien que rechaza la misericordia de Dios, no puede aprovechar la misericordia de Dios. El camino penitencial puede iniciar antes y, seguramente, deberá seguir después del encuentro con el Padre misericordioso.

Mons. Salvador Martínez

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