En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Él le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente”. Y “a tu prójimo como a ti mismo”. Él le dijo: “Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida”. Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”.
Respondió Jesús diciendo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva’. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”. Palabra del Señor.
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En la enseñanza que da Jesús este día, por medio de una parábola, aparecen varios personajes citados por su oficio o por su pertenencia social, o bien por su nacionalidad. Aclaremos lo que cada uno significa. Quien se acercó a Jesús para hacerle una pregunta capciosa, es decir, para ponerlo a prueba, dice que era un maestro de la ley. Dentro de los conductores religiosos del pueblo en la época de Nuestro Señor Jesucristo estaban los doctores de la ley, también llamados escribas. Se trata de un oficio que abarca varias capacidades, en primer lugar, es un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras, en particular de los cinco primeros libros a los que los judíos llaman la Ley de Moisés. Debían ser capaces de reproducir físicamente los textos y también de interpretarlos correctamente, así aseguraban a las personas que los consultaran lo que estaba de acuerdo o no con la voluntad de Dios expresada en la Ley de Moisés.
Ya dentro de la parábola, aparece en segundo lugar un sacerdote, esta es también una profesión que solamente podían ejercer los descendientes de Aarón. Realizaban sus funciones sacerdotales únicamente en el Templo de Jerusalén, consistían principalmente en orar, bendecir y realizar los sacrificios de acuerdo a la Ley de Moisés.
El tercero que aparece en escena dentro de la parábola es un levita. Los levitas eran descendientes de la tribu de Leví, pero no provenían del linaje de Aarón; por lo tanto, realizaban funciones relacionadas con la religión, pero no el sacerdocio. Los levitas podían ser cantores, sacristanes, maestros, etc…
El cuarto personaje del que podemos decir algo es el más importante de la parábola: el samaritano. En tiempos de nuestro Señor ya habían pasado más de siete siglos de la caída de Samaria, capital del Reino del Norte. Los asirios, sus conquistadores, habían deportado a los moradores originales de ese reino y habían traído personas provenientes de cinco naciones distintas para que habitaran el otrora Reino del Norte, también conocido como Reino de Israel. Los judíos que vivían en el reino del sur, cuya capital era Jerusalén, nunca aceptaron a estos advenedizos como miembros del pueblo elegido de Dios, aunque ellos también reclamaran servir al único Dios verdadero. El pueblo Samaritano no era bien tratado ni bien visto por los judíos, principalmente por su origen pagano. Por supuesto también había antipatía de parte de los samaritanos hacia los judíos. Jesús propone precisamente a una persona antagónica al judío que había sido asaltado para remarcar el sentido del prójimo. Nuestro prójimo es aquel de quien yo me compadezco, sin importar filiación familiar ni rango social.
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