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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la Tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
El evangelio de San Mateo, del cual hemos leído la conclusión en este domingo, a lo largo de toda su obra nos muestra una imagen fuerte del Mesías.
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La manera en que se dirigen a él sus discípulos y la gente es reconocido o llamado como Señor. Este título nos muestra cómo toda persona se sitúa en relación de dependencia o inferioridad con respecto a Jesús.
Un episodio que nos muestra esto es la tormenta en el lago de Galilea (Mt 8,23-27). En tal ocasión San Mateo nos dice que Jesús iba dormido en la popa de la barca mientras los discípulos batallaban para que la barca no se hundiera, entonces clamaron diciendo: “¡Señor, sálvanos que perecemos!” en cambio el evangelio de san Marcos nos reporta que los discípulos le dijeron: “Maestro ¿No te importa que nos hundamos?”.
Aquí notamos cómo san Mateo a lo largo de su evangelio siempre reconoce a Jesús como “el Señor”. El señorío de Jesús quedó plenamente manifiesto después de su Resurrección. Por este motivo, la frase: “me ha sido dada toda autoridad en los Cielos y en la Tierra” es muy importante, pero ¿qué quiere decir?
Los filósofos de la cuestión política distinguen entre la palabra poder y la palabra autoridad. La autoridad es el derecho que alguien tiene para gobernar y el poder es la fuerza para hacerse obedecer.
El discurso del día de hoy usa la palabra autoridad, por supuesto que en el caso de Dios Él tiene todo el derecho de gobernar la creación y lo que quiere lo hace. Pero la comunidad cristiana llegó a comprender el verdadero estatus de Jesús hasta que se mostró glorioso y resucitado.
San Pablo, en su cántico de la carta a los Filipenses (2,6-11) nos ayuda a comprender el proceso que siguió el Hijo de Dios. “Cristo no se aferró a su condición divina, sino que se anonadó” y se hizo uno de tantos. Los discípulos, y la gente de Palestina en general, conocieron a Jesús como uno de tantos, poderoso en obras y palabras, pero difícilmente aceptarían desde un principio que era el Hijo eterno del Padre.
A esto se refiere san Pablo con el anonadamiento. Más adelante en el cántico de Filipenses nos dice que después de haber muerto en la cruz “Dios lo exaltó por encima de todo, para que todos arriba en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra doblen la rodilla” Esta expresión es muy cercana a la frase que analizamos.
Cuando los discípulos se encontraron con el resucitado, aunque algunos todavía albergaran dudas, era totalmente cierto que estaban en presencia del Todopoderoso.
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