Lectura del Santo Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.
Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”. (Mt 24, 37-44)
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Podría parecer extraño pero todo inicio de un camino o proceso existe, porque se quiere llegar a un fin. Hoy que iniciamos el ciclo de celebraciones del año litúrgico con la preparación a la Navidad iniciamos hablando del fin de los tiempos. Nuestro Señor Jesucristo no fue demasiado insistente en este tema, más bien encontramos sus palabras a propósito del fin de los tiempos concentradas en su ministerio en Jerusalén, un poco antes de que entrara en su Pasión, Muerte y Resurrección.
En el Evangelio de san Mateo este discurso abarca los capítulos 24 y 25. Entre otras cosas, Jesús habló en su discurso sobre lo que habría de suceder a Jerusalén, sobre futuras persecuciones ante las cuales los discípulos serán asistidos por el Espíritu Santo y también, como lo escuchamos hoy, sobre la correcta actitud para esperar el fin de los tiempos.
Pero, ¿en qué consiste el acento de este día? Dentro del contexto del fin de los tiempos Jesús nos llama a no vivir en la inconciencia, para ello se vale de una comparación histórica. Jesús recuerda la época de Noé, muchos podrían haber visto cómo aquel hombre construía un gran barco, pero nunca se imaginaron la magnitud de la catástrofe que se avecinaba. Por supuesto que no se trata a cultivar una mentalidad fatalista o tremendista imaginando catástrofes a la vuelta de cada esquina.
Simplemente el Señor llama a la vigilancia, a una vida consciente. El punto que marca la diferencia no está en las circunstancias externas. Esto lo resalta al hablar de dos mujeres moliendo o dos hombres en el campo. Sus destinos son diversos, aunque las circunstancias en las que los encontró la venida del Hijo del Hombre fueran muy parecidas.
Viendo el tiempo del Adviento en su conjunto, este domingo nos invita a despertar la conciencia de que vamos en camino hacia una meta: la vida eterna. Los siguientes domingos nos presentarán a Juan Bautista concretando el llamado a la conversión por la proximidad de la llegada del Mesías, y para concluir este tiempo, consideraremos a la Virgen María en su camino a Belén y todo aquello que rodeó el Nacimiento del Señor.
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