En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
(Lc. 9, 28b-36).
Estamos usando en este año las lecturas del evangelio de san Lucas. Conforme nos lo dice el traductor de la Biblia de Jerusalén, en su comentario a este pasaje, una peculiaridad del evangelio de san Lucas es la relación que subraya entre la transfiguración y la experiencia personal de Jesús como nuevo Moisés.
Específicamente nos interesa la presencia de Moisés y Elías conversando con Jesús. Estos dos personajes del Antiguo Testamento resumen las dos partes más importantes de los libros veterotestamentarios, a saber, el Pentateuco o Ley de Moisés y Los Profetas cuyo personaje emblemático es Elías.
Pero el evangelista nos reporta que conversaba el Señor con ellos a propósito de su próxima salida (éxodo) de este mundo. Normalmente no solemos titular el segundo libro de la Biblia como “La salida” sino el libro del Éxodo, porque no solemos traducir la palabra.
San Lucas aprovecha que se usa la palabra “éxodo” para hacernos ver que Jesús es el nuevo Moisés. En efecto, la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús son el Nuevo Éxodo, la Nueva Pascua en la que se sella la Nueva y eterna Alianza entre Dios y los hombres.
En el primer Éxodo, el pueblo de Israel se encontraba esclavizado en Egipto, en el Nuevo Éxodo la esclavitud que vino a abolir el Señor es la del pecado como se lo explicó el Señor a los judíos en el evangelio de san Juan: En verdad les digo que todo el que peca es un esclavo… si pues el Hijo les da la libertad, serán ustedes realmente libres” (Jn 8,34-36).
Quien iba al frente del pueblo era Moisés, hombre de la tribu de Leví, del linaje de Aarón. Jesús, el nuevo Moisés es de la tribu de Judá, del linaje de David porque es el cumplimiento de las promesas mesiánicas de Dios. El primer Éxodo consistió en pasar de uno al otro lado del Mar Rojo de una forma portentosa. El Nuevo Moisés pasa de la muerte a la vida resucitada de una forma igualmente inesperada y portentosa (cfr. Lc 24,41).
La transfiguración del Señor nos da una clave muy amplia para comprender la gran relación del camino hacia Jerusalén que Jesús emprendiera junto con sus discípulos. Esta lectura pretende reforzar nuestra confianza en el liderazgo del Señor para introducirnos con entusiasmo hacia la celebración de la Pascua.
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