Del santo Evangelio según san Lucas (Lc3, 15-16. 21-22 )
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del Cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.
El Bautismo, tomado en el aspecto de baño, es un rito que simboliza purificación. Sin embargo, san Juan Bautista en su predicación introdujo un significado moral importante. No solamente se trataba de “limpiarse” de las manchas espirituales, sino también y sobre todo, de pasar de un modo de vida pecador a un modo de vida de acuerdo a la Ley de Moisés.
Por lo tanto, el Bautismo de Juan Bautista no hace tanta referencia a purificación como a conversión. Pero en su predicación anunció un nuevo sentido del Bautismo.
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Aquel sentido que sería inaugurado por la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Después de haber resucitado, Nuestro Señor mandó a sus discípulos: “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio, a los que crean bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”(Mt 28,20ss).
Desde este acontecimiento, el Bautismo cristiano significa tomar parte de la muerte de Cristo (inmersión en las aguas) para resucitar con Cristo (emerger de las aguas).
Nuestro Señor usó el simbolismo de “nacer del agua y del Espíritu” (Jn 3,5-6) cuando habló con Nicodemo. En este discurso de san Juan Bautista, usa la simbología de Espíritu Santo y fuego.
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El don del Espíritu Santo como parte integrante de la iniciación cristiana es un hecho desde los primeros momentos del caminar de la comunidad cristiana.
En los relatos del libro de los Hechos de los apóstoles a la realización del símbolo del Bautismo lo acompaña el símbolo de la imposición de manos por parte de los apóstoles y así se recibía el Espíritu Santo.
Sin embargo, de forma extraordinaria Dios podía otorgar el don de su Espíritu a quien Él quisiera, aunque no se hubiera bautizado todavía. Ser bautizado con fuego puede ser un paralelismo con el Espíritu Santo, ya que en Pentecostés la comunidad apostólica quedó llena del Espíritu Santo y sobre sus cabezas quedaron lenguas de fuego.
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