Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y Él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”.
“El que quiera servirme, que me siga para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ’Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”.
Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: “Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; vaya a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.
Este domingo leemos una parte del último discurso de Nuestro Señor Jesucristo antes de su Pasión. En buena medida, por tratarse de su última intervención ante la gran muchedumbre tiene un fuerte sabor de resumen y despedida.
En particular Jesús usa varias comparaciones para dar a sus oyentes la clave de interpretación de su Pasión y Muerte. La primera comparación “el Hijo del hombre será glorificado”.
El domingo pasado, otro texto proveniente del mismo evangelista san Juan contiene la afirmación de que “así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, el Hijo del hombre será levantado en alto y atraerá a todos hacia sí” (cfr. Jn 3,14).
El sentido de la glorificación es doble, el primero de ellos y más evidente en el texto citado es el de ser puesto en alto, más arriba que el resto de las personas. Pero el segundo sentido de la glorificación es la manifestación de la verdadera identidad de Jesús, como Hijo de Dios.
La segunda comparación dentro del discurso de despedida es sobre el grano de trigo que cae al piso y muere para dar mucho fruto. Esta imagen, desde el punto de vista espacial es opuesta a la glorificación o exaltación, entonces revela el gran drama de que la muerte en cruz es el punto final del anonadamiento.
Este proceso de desasimiento de sí mismo es el más difícil de comprender, fracasando se obtiene la victoria. Muy relacionada está la tercera comparación, “ganar y perder la vida”, en este sentido Jesús aclara que el que se sigue a sí mismo se perderá, pero el que lo sigue a Él, obtendrá la verdadera vida.
La cuarta comparación es que “la hora ha llegado”, Jesús se siente humanamente turbado, pero es el Padre el garante de la glorificación. La historia humana se caracteriza, bajo el aspecto de la cuenta del tiempo, por ser un constante movimiento, por eso el momento oportuno o la hora son también una forma de representar la ocasión de la salvación.
Jesús por su Pasión y Muerte cumplirá la hora prevista, es decir, el designio de Dios, en la historia de la salvación.
El pasaje de hoy es parte del último discurso de Jesús antes de su Pasión.
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