Un alpinista quedó atrapado en una gruta en una alta montaña. Su pie estaba aprisionado entre dos rocas. Al notar su ausencia, de inmediato se activó el protocolo de rescate y dos helicópteros comenzaron a buscarlo, lo cual no era sencillo debido a que la nieve que caía constantemente, limitando a pequeños lapsos los vuelos.
Dentro de la gruta, oculto a los exploradores, el alpinista tomó una difícil decisión: o se cortaba el pie y quedaba así para toda su vida o se quedaba atrapado y moría.
El pie ya ni siquiera lo sentía, pero aun así tuvo que juntar mucho valor y cercenar. Después, salió del lugar que lo ocultaba y pudo ser visto gracias a su roja chamarra sobre la blanca nieve. Llevado de urgencia al hospital, acabaron por cortar hasta la rodilla su pierna gangrenada.
Su familia coincidía: “te queremos vivo, incluso así”, lo cual le afirmaba que había elegido la mejor, aunque más difícil opción.
¡Qué complicado es a veces dejar atrás lo que puede causarnos daño! Lo vemos con quienes se niegan a tratar de cambiar una forma de ser que les causa problemas, o a dejar esas amistades que perjudican en lugar de ayudar, o esa adicción que esclaviza y ata cada vez a quien la sufre.
Revisemos si hay cosas que debemos cortar en nuestra vida, que nos impiden crecer y desarrollarnos. Si las descubrimos tal vez nos parezcan importantes, pero al mismo tiempo sabremos que no es bueno que las tengamos. Identificarlas y cortarlas requiere de valor, pero bien vale la pena el esfuerzo.
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