El pasado domingo 6 de julio, el Dalái Lama cumplió 90 años, y a propósito de este acontecimiento ha hecho público su plan de sucesión tras su muerte, que es un claro desafío a China como lo señala Guillermo Abril (El País, 05.07.25).

Quien es el líder espiritual del budismo tibetano, que vive exiliado en la India desde 1959, cuando huyó de Lhasa, la capital de Tíbet, ha dicho que habrá de rencarnar y su comunidad en el exilio es la única que tiene la “autoridad exclusiva” para identificar en quien reencarna.

En Dharamsala, la ciudad en el norte de la India, en las estribaciones del Himalaya, es donde se encuentra el Gobierno tibetano en el exilio, el Dalái Lama anunció que la institución que ahora preside habrá de continuar.

La fundación Gaden Phodrang, creada para mantener y apoyar la tradición y la institución del Dalái Lama, será la autoridad exclusiva para reconocer su futura reencarnación, en consulta con los jefes de las tradiciones budistas tibetanas.

El gobierno Chino, que considera al 14º Dalái Lama un “separatista” disfrazado de religioso, reaccionó de inmediato y dijo que la reencarnación deberá cumplir con los “requisitos de búsqueda dentro del país [China]”, y contar con la aprobación del “Gobierno central”.

Y que para la sucesión se debe seguir el proceso de “sorteo en una urna dorada”, ritual que se remonta al siglo XVIII, durante la dinastía Qing. A partir de la década de 1990, las autoridades chinas empezaron a argumentar la legitimidad de este método, de cara a la sucesión.

Tras la muerte del 10º Panchen Lama, en 1989, el segundo en la jerarquía del budismo tibetano, el Dalái Lama nombró como sucesor a un niño de cinco años nacido en China. Tres días después, el niño y su familia fueron sacados de su aldea por miembros del gobierno chino.

En 2020, las autoridades chinas informaron de que ese niño, ya había cumplido 31 años, que había ido a la universidad y contaba con un empleo. Y que ni él ni sus familiares deseaban ser molestados en sus “vidas normales”.

El gobierno chino, una vez desaparecido el niño, nombró al 11º Panchen Lama, pero este nunca fue reconocido por el Dalái Lama. Es un religioso busta afín al régimen, que ha dicho, entre otras cosas, “apoyaría firmemente el liderazgo del Partido Comunista de China y salvaguardaría con determinación la unidad de la patria y la solidaridad de las etnias”.

Desde ahora se puede pensar, que a la muerte del Dalái Lama habrá dos; el que nombren las autoridades chinas, con sus propios métodos y en el marco de sus intereses, y el que elija, la comunidad que preside el actual Dalái Lama.

En ese horizonte la sucesión religiosa se verá envuelta en un conflicto político, de un lado estará China, que tendrá poco o ningún apoyo internacional al nombramiento del líder religioso que elija, y de otro el resto de los países del mundo que habrán de reconocer al nuevo Dalái Lama, que surja del proceso que siga la fundación Gaden Phodrang.

Rubén Aguilar

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.

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