Sudáfrica tiene 1 219 912 kilómetros cuadrados y una población de 60 414 496. Los idiomas que se hablan son: afrikáans, inglés, ndebelé, sotho, pedi, xhosa, zulú, sesotho, tsonga, venda, siswati, tswana y numerosos dialectos regionales.
El 80% de la población es negra; los coloured, los mestizos, son el 8.8% y los blancos el 7.8%. La presencia de estos dos últimos grupos se concentra en ciertas regiones del país. El 77.5% de la población es cristiana, en diversas denominaciones, el 6% católica y el 1.7% musulmana.
Los católicos son 3 800 000, y la mayoría, 2 700 000, pertenecen a los grupos zulú, xhosa y sotho. Los blancos y mestizos constituyen la parte minoritaria.
Aquí, la primera presencia católica tiene lugar entre 1487 y 1498 con los exploradores portugueses. De 1501 es la construcción de la primera iglesia. En 1652, los colonos británicos y holandeses (los bóeres) expulsan a los católicos.
A Sudáfrica, la Iglesia católica regresa a partir de 1818, cuando el papa Pío VII erige el Vicariato apostólico del Cabo de Buena Esperanza y los territorios adyacentes, estableciendo así la primera presencia oficial de la Iglesia Católica en Sudáfrica.
La Iglesia ahora se organiza en 28 diócesis y cinco arquidiócesis. Hay 792 parroquias y 3159 centros de atención pastoral. Los sacerdotes son 1228 sacerdotes (573 del clero secular y 655 del clero religioso); hay 231 diáconos permanentes; 413 seminaristas; 2024 religiosas y 11 622 catequistas.
Los obispos se reúnen en la Conferencia de Obispos Católicos Sudafricanos (SACBC), que abarca tres países; Sudáfrica, Botswana y Swazilandia.
En septiembre de 2023, Stephen Brislin (1956), en ese entonces arzobispo de Ciudad del Cabo, ahora de Johannesburgo, fue nombrado cardenal junto con otros 21 de los cuales dos más eran también de África; Tanzania y Sudán.
Para el cardenal, Sudáfrica y también las iglesias, se enfrentan grandes retos y afirma: “creo que uno de los mayores retos que tenemos es realmente lograr la sanación, en particular la sanación de las relaciones, porque somos una sociedad rota”.
“Somos sudafricanos juntos, y debemos trabajar juntos por el bien del país”, y para ello necesitamos sanar “y creo que se trata de una curación que no puede lograrse sólo con el esfuerzo humano. Es una curación que sólo Dios puede traer”.
En marzo de 2024 fueron asesinados tres monjes ortodoxos coptos en el monasterio de Cullinan, y un día después, el sacerdote William Banda, en la sacristía de la catedral de Tzaneen, y en abril, el padre Paul Tatu (1979) dentro de un carro, al que fue obligado a subir, en una carretera que sale de Ciudad del Cabo.
La Conferencia de Obispos Católicos Sudafricanos (SACBC) ha dicho que estos asesinatos no son incidentes aislados “sino más bien un ejemplo angustioso del deterioro del estado de seguridad y moralidad en Sudáfrica”.
Los obispos lamentaron la falta de ley y orden en Sudáfrica, y dicen a las autoridades: “Señor presidente y ministro de Policía, hay una impresión creciente entre los sudafricanos de que los criminales están asesinando libremente a los ciudadanos sin temor a las consecuencias”.
Los primeros días de enero y de marzo de 2025, estuve en Sudáfrica y pude constatar, en una visión muy rápida, el papel creciente de la Iglesia católica en ese país, que gestiona una importante cantidad de instituciones que apoyan a los más pobres y necesitados.
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