La Civiltà Cattolica, revista cultural de la Compañía de Jesús fundada en 1850, publica el artículo “El wokismo, un brusco despertar”, de Nelson Faria, en su versión semanal en español del 28 de marzo de 2025.
El autor, que es doctor en Teología y Filosofía por la Universidad Gregoriana, Roma, Italia, afirma que el wokismo define a aquellos que se consideran “despiertos” (del inglés woke), es decir, militantes en alerta contra las injusticias que permean la sociedad y contra la resistencia de esta a nuevas reformas.
Es un movimento que nació en el seno de las universidades de Estados Unidos que en los últimos años ha ganado gran relevancia en el espacio público y tiende a crecer y consolidarse.
El wokismo sostiene que la discriminación contra las personas marginadas es sistémica, es decir, no está limitada a manifestaciones aisladas y por eso debemos ser conscientes de las estructuras que oprimen a los individuos en base al género, color, orientación sexual, nacionalidad o etnia.
Faria, que se ha especializado en la ética social, la filosofía política y la teología moral, plantea que “a primera vista, el wokismo parece un movimiento de movimientos, que abraza y da voz al feminismo y a todas las minorías en la sociedad”.
Pero es algo es mucho más complejo y “puede considerarse una verdadera ideología política, que remite a diversas escuelas de pensamiento y se caracteriza por una gran propensión a la acción”.
El autor, que ha sido profesor en universidades de la Compañía de Jesús, dice que el wokismo “envuelto en polémicas, por no decir que él mismo es en sí polémico, genera reacciones particularmente adversas por parte de otros sectores de la sociedad”, que pueden definirse como antiwokismo.
En vesión de Faria, el wokismo ha sabido iniciar un debate público necesario, dando “voz a diversos grupos marginados en la sociedad, se generan muchas conversaciones sobre políticas y prácticas realmente inclusivas”.
Y sostiene que el wokismo y el antiwokismo, se alimentan mutuamente y “ambos buscan responder a una necesidad humana de pertenencia que no puede quedar sin respuesta, ya que es una necesidad creada por el desmembramiento del horizonte de sentido que la posmodernidad ha puesto en marcha”.
En el mundo de hoy “se oyen cada vez más voces que piden inclusión y luchan contra la discriminación, pero hay pocos oídos dispuestos a escuchar. Hay una virulencia esencialmente emotiva por la cual la indignación parece un valor en sí misma, y cuestionar o no estar de acuerdo con alguien se considera una actitud discriminatoria o persecutoria”.
El autor plantea que “la diversidad de pensamiento y el debate “urbano” de los argumentos son fundamentales en una sociedad sana; las personas deberían ser juzgadas por sus acciones y opiniones, no por su raza, género o etnia”.
Entre wokismo y antiwokismo existe un elemento común que es el interés por la reconstrucción, “ambos están insatisfechos con la situación actual y sostienen que es necesario reconstruir la sociedad”.
Eso es cierto, pero “la reconstrucción no será posible mientras la sociedad permanezca dividida entre la afirmación de nuevos valores y la restauración hermética de los valores anteriores. Para evitar la amenaza creciente de una guerra cultural perenne e irresoluble”.
Faria, que ha escrito libros sobre la justicia social, el diálogo interreligioso y la ética en la política, piensa que “la gran crisis de nuestro tiempo, más que económica, de seguridad, financiera, religiosa o política, es cultural. Tenemos dificultades para entendernos respecto a los valores comunes y la buena moral”.
Y afirma que “es necesario denunciar las discriminaciones y es esencial escuchar la voz de aquellos que están marginados. Pero debemos ir más allá de las respuestas identitarias; debemos recuperar la sociedad como un cuerpo único y plural, y esto debería llevarnos a mirar nuestra historia, porque es en respuesta a la dispersión que ha surgido la civilización actual”.
Sostiene, quien trabaja para la Red Mundial de Oración del papa Francisco, que “al construir una sociedad más justa e inclusiva, debemos denunciar la discriminación y rechazar responder a ella sobre la base de categorías identitarias, como el bien de un grupo. Proteger una identidad específica de la opresión no debería ser sinónimo de segmentación de la sociedad. Es importante recordar esto tanto al wokismo como al antiwokismo”.
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