Hace mucho tiempo que dejó de existir el mito de la revolución castrista en la isla de Cuba, ya que los rebeldes que derrocaron la dictadura militar del general Batista el 31 de diciembre de 1958 pronto se convirtieron en nuevos y más implacables opresores, ahora de la mano del comunismo como ideología y en alianza política con la desaparecida Unión Soviética. La muerte temprana del Che Guevara lo convirtió en un héroe sin serlo y la vida longeva de Fidel Castro lo retrató como lo que fue, un tirano con su pueblo y un déspota con sus adversarios.
Muchos jóvenes en la edad del idealismo se han inspirado con la falsedad de un paraíso inexistente, la justicia social de la revolución cubana. Muchos intelectuales y literatos especialmente latinoamericanos también idealizaron este movimiento, pasando por alto el sufrimiento y la esclavitud del pueblo cubano. Lo más grave, muchos políticos oportunistas han intentado extender a sus países el sistema fracasado e inoperante, agravando los problemas que pretenden resolver. La lista sería interminable, baste mencionar a uno de los más nefastos, el dictador Hugo Chávez de Venezuela o el pequeño monstruo Daniel Ortega de Nicaragua.
La relación de algunos gobernantes mexicanos antiguos, como Luis Echeverría o actuales como López Obrador, ha sido absolutamente reprobable, ayudando de manera directa a los dictadores cubanos para mantenerlos a flote, sin tener ninguna consideración de la sufrida población, especialmente de los más jóvenes que buscan nuevos y mejores horizontes.
Uno de los más grandes agravios de nuestra historia reciente, fue haber tenido como invitado y orador único en nuestra fiesta nacional del 16 de septiembre de 2021, ante las fuerzas armadas mexicanas en el Zócalo de la ciudad de México al dictador cubano Miguel Díaz-Canel quien, mientras hablaba de libertad y justicia en su discurso, reprimía y encarcelaba duramente a los jóvenes cubanos que pedían libertad y justicia en su patria.
Hoy que celebramos la resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, que se levantó de una vez para siempre de la oscuridad del pecado, de la injusticia humana y de la muerte, es tiempo también para pedir que este pueblo cubano resucite con Cristo de su opresión y esclavitud, no con nuevas guerras que destruyen y producen muerte, sino con la conversión de los opresores y la transformación social de los ciudadanos, con la esperanza en Cristo resucitado y no en caudillos de paja y pies de barro que dividen a la sociedad y manipulan a los más sencillos. Es tiempo de resurrección para Cuba, para Venezuela y para Nicaragua. Es tiempo de esperanza para nuestro México a fin de no caer en la trampa de falsas promesas, sino de buscar nuevos horizontes auténticos de fraternidad y desarrollo social.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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