Una vez que los actuales integrantes del gobierno consumaron el fraude electoral con la sobrerrepresentación en el Congreso y la compra de voluntades en el Senado para alcanzar la mayoría absoluta, se fueron sobre el Poder Judicial para implementar una reforma constitucional que busca concentrar todo el poder político en unas pocas manos destruyendo con ello el equilibrio democrático de México.

De nada ha servido la resistencia y las protestas de los propios integrantes del poder judicial, ni los argumentos de otras fuerzas políticas y de expertos dentro y fuera del país, ni mucho menos las manifestaciones ciudadanas, al final, se ha impuesto el capricho y la venganza del expresidente anterior en complicidad con la presidenta actual y la imprudente participación de diputados y senadores del
oficialismo.

Han llegado al extremo de abrir procedimientos penales contra los jueces que se atrevieron a otorgar juicios de amparo y suspensiones contra esta inicua reforma judicial. De qué sirven en medio de este
panorama los discursos patrioteros para defender la soberanía de nuestro país ante las amenazas de los políticos norteamericanos que quieren acabar con el dominio de los narcotraficantes en México.

Alguien podrá pensar que a estas alturas nada se puede hacer para evitar la debacle del poder judicial y con ello de la democracia mexicana, sin embargo, hay dos circunstancias que debemos tomar en cuenta.

La primera, el mal resultado que sin duda tendrá este proceso electoral pésimamente implementado por las prisas y la ineptitud de los organizadores. Por otra parte, en las elecciones intermedias estamos a tiempo de impedir que siga creciendo este movimiento político que está llenando el país de mayor pobreza y de una escandalosa corrupción. Con una amplia y consciente participación ciudadana
se puede cambiar el rumbo.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Pbro. Mario Ángel Flores

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.

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