No cabe duda que el actual gobierno será juzgado por la historia, como uno de los más corruptos, debido a las innumerables mentiras, la opacidad, la ilegalidad y el despilfarro con que se ha manejado durante el sexenio. 

Son muchos los analistas que señalan que ya no vale la pena insistir en la crítica al actual gobernante, porque ya va de salida y nada se va a solucionar, lo mejor es darle vuelta a la página y ver hacia adelante; sin embargo, esto sería tanto como aceptar en silencio todas las ilegalidades. La denuncia siempre tiene sentido, la denuncia siempre conserva actualidad y nunca sale sobrando. La denuncia no tiene que ver con la venganza, sino con la verdad y la justicia. No podemos acostumbrarnos a las mentiras ni conformarnos con la impunidad.

En estos días, el cinismo de López Obrador se ha expresado en dos reconocimientos:

Primero, reconoció que su único fracaso fue el Sistema de Salud, porque el INSABI nunca funcionó. Cinco días después afirmó que, en lo referente a la seguridad, lo único que no pudo controlar fue la extorsión.

Su gran fracaso no sólo ha sido arruinar al Sistema de Salud de todo un país, que dejó sin protección a más de treinta millones de ciudadanos que tenían acceso al Seguro Popular, el cual atendía un cuadro muy amplio de enfermedades y tenía un servicio eficiente de muchos medicamentos: todo lo arruinó durante sus seis años. Hasta ahora lo reconoce.

Pero fracasó también en la vacunación: miles de niños expuestos a enfermedades controlables. Fracasó en la compra y distribución de medicamentos, responsabilidad del Estado. Fracasó en la atención a la población ante los desastres naturales, dejando a su suerte a poblaciones enteras en las inundaciones, los huracanes o la sequía. Fracasó en la mejora de la educación, en la que estamos más rezagados que nunca, tema que debemos abordar con mayor cuidado. Fracasó en la promoción de la cultura y el deporte.

No sólo no pudo controlar la extorsión: no pudo ni quiso controlar el narcotráfico, el secuestro, la inseguridad en las carreteras, la trata de personas, la descomposición del tejido social. Somos una sociedad con mucho mayor desorden social que hace seis años gracias a los altos índices de impunidad, donde debe colocarse, en primer lugar, al Presidente de la República, que no se ha hecho responsable de muchísimas cosas que lo deberían llevar ante la justicia.

Olvidarnos de la denuncia es dejar que siga adelante la mentira y la impunidad.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Pbro. Mario Ángel Flores

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.

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