Las encuentas a modo, tan manipuladas y falsas como las últimas elecciones, muestran que la titular del Poder Ejecutivo tiene una aprobación superior al 70% al llegar a sus primeros cien días de gobierno. La realidad es muy distinta, en el ánimo social no hay simpatía por la primera mujer en la presidencia por dos hechos recurrentes.

Primero, por su estilo de gobierno envuelto en una soberbia que le impide tener una actitud generosa y sencilla para con toda la población. Segundo, y no menos importante, hay antipatía por haber comenzado su gestión sin dar los tiempos necesarios para reflexionar sobre los cambios constitucionales promovidos de manera apresurada e imprudente por su antecesor, especialmente aquellas iniciativas que aniquilaron los organismos autónomos diseñados para exigir la rendición de cuentas a los gobernantes.

Más grave todavía, y con una responsabilidad más directa, la destrucción de la autonomía del Poder Judicial dando un golpe en el corazón a la estructura de la democracia mexicana.

Se ha realizado de una manera burda y desaseada, con una actitud indigna de los diputados y senadores del oficialismo, que sin siquiera leer las propuestas las han aprobado de un día para otro, sin planeación y sin medir las consecuencias, sin escuchar la diversidad de voces al interior y al exterior del país, siguiendo un camino de necedad muy lejos de la sabiduría parlamentaria.

Después de todo esto solo se puede tomar como una burla decir que México es el país más democrático del mundo.

Son apenas cien días de este gobierno, le quedan más de dos mil, será mucho pedir que se tomen más en serio los verdaderos problemas del país como son la promoción del empleo formal, la reconstrucción sistema de salud, la revisión de la propuesta educativa, el combate a la delincuencia y, sobre todo, la reconstrucción del tejido social tan afectado por la desintegración familiar y la división social.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Pbro. Mario Ángel Flores

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.

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