En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con ustedes.” Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué se alarman?, ¿por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies: soy yo en persona. Pálpenme y dense cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que yo tengo.” Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen ahí algo que comer?” Ellos le ofrecieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que les decía mientras estaba con ustedes: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.” Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de esto.” (Lc 24,35-48)
Puedes leer: ‘La paz esté con ustedes’, ¿qué debemos entender por paz?
La Palabra de Dios que hemos escuchado este domingo retoma un importante elemento de la concepción que se tenía sobre el ser humano en aquel tiempo: el corazón.
Aunado a ello, el verbo griego “tarassw” se puede traducir por: confundir, preocupar, inquietar, desconectar.
Entonces, cuando Jesús pregunta a sus discípulos por qué surgen esos pensamientos en su corazón, podríamos traducirlo como: ¿Por qué quedan confundidos en su corazón, preocupados en su interior, inquietos en su pensamiento, desconectados en su corazón?
Recordemos que para el pensamiento hebreo antiguo, el corazón es una especie de “tamiz”, de filtro por el cual se ha de pasar todo lo que acontece a la persona y desde donde surge una interpretación de las cosas o eventos vividos.
No por nada se dice al inicio de este mismo Evangelio que María guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc. 2,19). Esto no quiere decir que le quedaban sólo como emociones o sentimientos, sino que todo lo que vivían lo pasaba por el filtro de su corazón, desde ahí trataba de entender lo que le sucedía.
Es por eso que Jesús, después de su Resurrección, llama a sus discípulos a “conectar” a unir, a interpretar de una manera correcta lo que está sucediendo, desde la vida y milagros de Jesús, con su nueva presencia Resucitada. Lo cual los discípulos no acaban de entender, se inquietan, tienen miedo, pierden la paz.
Me parece que es una actitud sumamente oportuna que en la Pascua tratemos de entender, de unir los acontecimientos de nuestra vida, para dar una correcta interpretación a las cosas que vivimos, porque quien no hace este ejercicio, sólo va viviendo “a salto de mata”, hoy aquí́, mañana en quién sabe dónde y sin un sólido proyecto. Claro que quien no hace este esfuerzo puede quedar sin paz en su corazón, sin unidad en sus objetivos, sin un proyecto de vida.
La Pascua, de la cual hoy celebramos el III domingo, nos puede llevar a hacer una correcta interpretación de la novedad que trae Jesús a nuestras vidas, reinterpretar todo; desde la banalidad de este mundo y con la mira en la Resurrección.
Ahora que estuvimos en tiempos de pandemia por Covid, creo que todos hemos reinterpretado y revalorado muchas aspectos de nuestras vidas, seguramente lo que hace un año estaba entre nuestras prioridades, ahora, ya tener salud y trabajo, estar con la familia, se convirtió́ en un verdadero lujo.
Todavía, para muchos de nosotros en la cuarentena, se convirtió casi en elemento indispensable para nuestra vida cotidiana la conexión a internet; nuestras reuniones de trabajo las sostuvimos ahora por diferentes plataformas que aprendimos a utilizar; quienes damos clases, tuvimos que aprender a usar estas herramientas del mundo virtual. Los mismos sacerdotes, en esta Arquidiócesis fuimos animados a transmitir la celebración cotidiana de la Eucaristía, en mi parroquia incluso añadimos la transmisión de la catequesis y de las pláticas pre-sacramentales en nuestra página de Facebook. En resumen, no imagino como hubiera sido el encierro sin la conexión a la red.
Eso mismo me pregunto acerca de estar “Conectados a Jesús”, de manera que nuestro corazón vibre en la misma sintonía que la de Él. Perdiendo esa conexión, veo sumamente complicado que la misma vida tenga sentido y fuerza. Experimentemos a Jesús resucitado especialmente en este tiempo de Pascua y hagamos un esfuerzo, por mantener nuestro corazón unido al de Él, e interpretar desde este filtro, el corazón, todo lo que venga en este próximo tiempo. ¡Felices Pascuas todavía!
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