En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.
El Evangelio de san Mateo es una obra muy bien organizada en cinco partes, así como la Ley de Moisés que es un libro fundamental del judaísmo y está dividido en cinco libros, por eso se le llama Pentateuco.
San Mateo quiso que su Evangelio fuera como una Nueva Ley que surge de la Nueva Alianza sellada por Jesucristo. Cada parte se subdivide en dos: la primera subdivisión es narrativa y la segunda es un discurso de Jesús. Ya desde hace varios domingos hemos leído trozos del discurso de Jesús sobre el envío de los apóstoles, el cual abarca todo el capítulo diez.
La parte del discurso que leemos hoy se enfoca en la respuesta esperada por Cristo ante la proclamación de la Buena Nueva de la salvación que debe generar la fe, pero ésta fe profesa que Cristo es el Señor indiscutible, el Señor de Señores.
A muchos les ha parecido chocante que Jesús hable de no preferir a los propios padres o hijos. El Señor Jesús nunca promovió el odio a los cercanos por amor a Dios, la intención de la enseñanza es que el creyente enfoque su devoción a Jesucristo como quien Él es: Dios de Dios, Luz de luz…
Por supuesto que, hablando en el contexto de envío, los primeros convencidos deben ser los predicadores, es decir los apóstoles y, más aún, los enviados de Jesús deben sentirse profetas que serán recibidos por las naciones, y aquellos que los reciban recibirán su recompensa merecida.
Esta última parte de la enseñanza aborda un punto medular de la fe cristiana, porque el juicio final, de acuerdo a lo que expresa el mismo Evangelio de san Mateo (cfr. Mt 25), constará de haber recibido al más pequeño y haberlo servido como al mismo Cristo.
Leer: Los sucesores de los 12 apóstoles
Monseñor Salvador Martínez es rector de la Basílica de Guadalupe
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