En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”. Palabra del Señor (Jn. 14, 23-29)
Desde el punto de vista literario, los últimos domingos de Pascua nos presentan discursos, más que narraciones. En este domingo leemos la parte final del primer discurso de despedida del Señor Jesucristo en la Última Cena.
Toda despedida está cargada de emociones. Jesús también lo sabía y observaba en los suyos gran miedo y ciertos rasgos de cobardía. Esto nos permite reflexionar brevemente en la mecánica de las emociones. El miedo surge ante la cercanía de una amenaza, los últimos días del ministerio de Nuestro Señor en Jerusalén habían estado cargados de tensiones con las autoridades, el mismo Jesús hacía comentarios evidentes sobre la cercanía de su propia muerte.
La cobardía se produce como una forma de evitar una amenaza por medio de la huida. Solamente en el huerto de Getsemaní vemos a los discípulos corriendo para salvar la vida, esto se entendería como cobardía. Pero Jesús sabe que no están nuestras vidas a merced de las emociones, que es posible afrontarlas con nuestra mente y con la realidad que nos circunda.
En su discurso Jesús da razonamientos tales como: el amor hace que la unidad con el Hijo y con el Padre sea permanente; la partida de Jesús es para ir con el Padre y volver pronto; Jesús dará el Espíritu Santo para que los discípulos puedan entender y recordar todo.
No solamente trabaja a nivel de razones, Jesús también entrega la paz como la da Dios, no como la da el mundo. Él los preparó para trascender la dificultad inminente y tener un rumbo en las horas más aciagas de la pasión y muerte.
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