Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 25 de agosto 2024. ¡Conócelas!
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: “Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor”.
El pueblo respondió: “¡Lejos de nosotros está abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!”.
Palabra de Dios
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra fe sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará. R/.
La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres corno Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro. ¿Quién puede hacerle caso?”.
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen”.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”.
Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.
Palabra del Señor.
Después de concluir el discurso en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús tuvo que afrontar las consecuencias de sus palabras: “el que coma de este pan tendrá vida eterna”, “yo soy el pan vivo bajado del cielo”, “en verdad les digo que el que no coma mi carne y no beba mis sangre no tendrá vida en sí mismo”.
Una parte de sus oyentes califica estas afirmaciones como algo intolerable. El Señor, inútilmente trata de hacerles ver que era un discurso de interpretación espiritual, no material. Pero sus esfuerzos fueron en vano, muchos de ellos a partir de ese momento se retiraron.
En cambio, ante la pregunta del Señor a los doce: “¿Ustedes también se van?”, Pedro responde con una profesión de fe “Señor ¿A dónde vamos a ir? Solo tú tienes palabras de vida eterna”.
Como se lo dijera en otro momento Jesús a Simón Pedro, “esto no se lo reveló ni la carne ni la sangre sino el Padre que está en el cielo”, porque seguir al Señor no es asunto de adherencia a una doctrina, sino de adhesión a Jesús.
A partir de ese momento, además, ya se habla abiertamente del traidor y, por lo tanto, de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La vida eterna no se alcanza por otro medio que el sacrificio redentor de Cristo.
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