Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 13 de octubre 2024. ¡Conócelas!
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.
Palabra de Dios.
R/. Sácianos de tu misericordia, Señor.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas. R/.
Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Palabra de Dios.
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”.
Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”.
Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”.
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”.
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!”.
Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió: “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”.
Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”.
Jesús se les quedó mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.
Pedro se puso a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna”.
Palabra del Señor.
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El texto del evangelio dominical nos presenta a un hombre que ya ha pasado la etapa de la juventud. Podríamos decir que nos encontramos con una persona que ya ha forjado su propio camino y ahora está deseoso de aquella palabra que lo motive en su camino religioso: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
Jesús inicia su respuesta con una gran pedagogía: en primer lugar, remite al Padre como la fuente de todo bien, citando Dt 6,4-5. Después, retoma aquellas palabras del Decálogo que conciernen a la relación con el prójimo (Ex 20,1-17): «no matarás, no cometerás adulterio, no robrarás, no darás falso testimonio, no cometerás fraude, honra a tu padre y a tu madre». El mismo texto hace que pensemos en los mandamientos que faltan y que cuidan la relación con Dios, especialmente el primero: «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón».
Sin embargo, en las cinco acciones que le pedirá Jesús (ve, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, luego ven y sígueme) hace que comprendamos que en realidad no se cumplía totalmente el primero: no amaba a Dios sobre todas las cosas, yéndose molesto (frunció el ceño) y triste.
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