El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón, Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Este texto del Evangelio de este Domingo de Resurrección posee una en cuadratura única pues, por una parte, alude a la celebración eucarística de la primera comunidad primitiva que acontecerá en el primer día de la semana, siendo a su vez, la confesión pascual de la victoria de Cristo. Pero, hay otros dos elementos bastantes significativos a considerar que, ocurren bajo los dos discípulos que salen corriendo; notemos los rasgos:
Se sabe que Pedro era un hombre de avanzada edad, mientras que Juan era el más joven de los discípulos. Si leemos en esta perspectiva, entonces, sabemos por qué llega Juan mucho antes que Pedro. Sin embargo, la escena nos sugiere algo más: siendo que este discípulo llega mucho antes, no entra en el sepulcro, espera a que llegue Pedro, quien sí entrará. La pregunta es, ¿por qué?
En primer lugar, tal pareciera que Juan espera a que entre Pedro, porque es una clara alusión al primado; por lo que hace que el lector comprenda que, el amor a Cristo se manifiesta respetando a la persona que tiene un oficio específico en el cuidado de la comunidad. Nótese que Juan no tiene hambre de protagonismo, y en su amor por el Señor, sabe ocupar su lugar respetando el que le corresponde a Pedro.
El segundo aspecto interpretativo radica en la relación entre la fe y la razón. Juan representa la fe, mientras que, Pedro representa la razón. Así obtenemos el siguiente significado: quien llega primero al misterio de la resurrección de Cristo, representado en el testimonio de la tumba vacía, es la fe; es decir, Juan. Pero, quien es invitado a sondear el misterio es la razón, representada en Pedro.
De hecho, notemos los verbos que aparecen cuando esto sucede: “entró en el sepulcro, contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte”.
Ahora veamos lo que realiza Juan quien representa la fe: “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó”.
La razón es invitada a entrar en el misterio de Dios, sondearlo y contemplarlo; mientras que la fe ve, es decir, hace experiencia de Dios y cree. Sin duda que, este pasaje es precioso, pues nuestra vida creyente no es la cancelación de la razón, ni la razón excluye la vida de fe. Ambas son necesarias para hacer experiencia del resucitado y vivir conforme a nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios.
Pbro. Julio César Saucedo
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