En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”. Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.
Desde el miércoles de ceniza reiniciamos la cuaresma. El sentido es prepararnos adecuadamente para la celebración de la máxima fiesta cristiana que es la Pascua: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. El primer domingo siempre está dedicado a la consideración de la prueba que sufrió Nuestro Señor en el desierto. Es importante considerar que Jesús se sometió a cuarenta días de ayuno y esto significa un tiempo de especial dedicación a estar en la presencia de Dios, comparable al tiempo que Moisés y Elías pasaran en el Monte Sinaí.
El evangelista nos dice que al final de este tiempo el Señor sintió hambre y la primera tentación versa precisamente sobre esta necesidad de alimento, que es algo esencial. El maligno aprovecha dos elementos, el primero ya mencionado, que es el hambre, el segundo es el estatus de Jesús, “si eres Hijo de Dios…”.
La lógica de la tentación podría expresarse así, “si tienes la capacidad para satisfacer tu necesidad, házlo…” Jesús rechaza esta lógica anteponiendo a la necesidad la “palabra de Dios”, es decir, la voluntad de Dios. No basta con tener la capacidad para resolver las necesidades con las propias capacidades, las necesidades también deben satisfacerse teniendo en cuenta la voluntad de Dios.
La segunda tentación versa sobre el cuidado providencial que Dios tiene de nosotros. Exponerse voluntaria, e imprudentemente a un peligro, es tentar a Dios por tanto una forma de pecar.
El tercer tema de tentación gira sobre el primer mandamiento, sólo Dios es Dios, y por tanto nada debido a Dios como es la adoración y el culto, debe rendirse a una criatura o a un ídolo. El acento del mensaje en este día no radica solamente en la necesidad de convertirnos, sino en la importancia de seguir a Cristo, su persona y su ejemplo, dejarnos sostener por Él en la lucha contra el maligno.
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