En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.
El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
Después del lavatorio de los pies, en el evangelio según san Juan, se presentan algunos discursos de despedida, en los que Jesús promete que se les dará al Espíritu Santo, y por otra parte, va dejando una serie de instrucciones para vivir en comunión. Por eso, el sentido de las palabras: “Si me aman, observarán mis palabras”; frase que encontramos al inicio y al término del pasaje de este domingo.
¿Cómo podemos entender su sentido? Para ello quisiera ejemplificarlo bajo la distinción entre el enamoramiento y el amor. Desde la neurociencia, el enamoramiento es una reacción bioquímica que, no suele controlarse, por lo mismo suele impostar una coincidencia de deseos hacia la persona enamorada que, en realidad no lo es. Por eso, en esta etapa no se ven errores ni defectos. Se puede apreciar que la persona enamorada ve lo que quiere ver.
En el amor no es así. El amor se da como un paso fundamental, por eso, es compromiso y no el revestimiento de deseos en la otra persona. De ahí que, mientras el enamoramiento es una etapa, el amor es una decisión en la complejidad de las opciones. El enamoramiento puede ser como un “caballo desbocado”, por eso, la persona no entiende razones ni consejos, y todo pareciera que la mayoría se opone a su felicidad. En el amor el asentimiento es, lo contrario: consciente y libre.
Con estas premisas sería bueno que nos preguntáramos si somos cristianos enamorados o cristianos que aman a Cristo; pues si nos damos cuenta, no es lo mismo. Ser un cristiano enamorado es revestir de mis propios deseos y caprichos a Cristo mismo. Es quedarme en una parte sentimental y no racional. Por eso, cuando no se cumplen mis propias expectativas se llega a decir: “la Iglesia es burocrática”, “los cristianos son unos hipócritas”; e incluso, suele manipularse el evangelio a la propia conveniencia en sólo ver lo que yo quiero ver o comprender lo que más me conviene.
En cambio, el cristiano que ama no hace una montaña de discursos, sino hace vida el discurso de Jesús en la montaña (cfr. Mt 5); es un(a) cristiano(a) que se compromete, que no acomoda el evangelio a su conveniencia. Su decisión en la complejidad de las opciones es libre y consciente. Por eso, en esta semana vamos a llevarnos para meditar, la expresión de Jesús: “El que me ama observará (guardará) mis palabras”, y preguntémonos cada uno a nivel personal: “soy un(a) cristiano(a) enamorado(a) o un(a) cristiano(a) que ama”. Que el Espíritu Santo prometido nos haga, en su gracia, ser los segundos.
Más artículos el autor: Evangelio Domingo de Resurrección: ¿Por qué Juan no entró primero al sepulcro?
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.