Lectura del Santo Evangelio

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos (Jn. 20,1-9).

El sepulcro vacío

“El primer día de la semana”, recordemos que, para san Juan, esta expresión refiere algo completamente nuevo. La manera de estructurar su Evangelio hace ver que cada que utiliza la expresión mencionada, está hablando del comienzo de una etapa diferente. Ya para los judíos, el Shabbat, es una forma de entrar en la dinámica de un día distinto a toda la semana, un día sagrado. Dios termina su creación y descansa.

Así, el primer día de la semana sucede algo completamente nuevo, es precisamente en este día en el que María de Magdala, va al sepulcro y se encuentra con algo impensable: donde ella busca a alguien muerto, se encontrará con la verdadera vida, con el sepulcro vacío.

Esto que al inicio podría parecer desconcertante, encontrar el sepulcro vacío, se convertirá en el inicio de algo que le da un sentido diferente, “nuevo”, a toda la existencia humana. Porque Jesús no solamente resucitó para los que creen en Él, para nosotros los cristianos o exclusivamente para los católicos, sino que, por el mensaje y el testimonio que hemos recibido, se convierte, junto con los testimonios pascuales, en el tesoro más grande que compartimos al mundo, los que encontramos el sepulcro vacío.

Hace como 15 años, tuve la experiencia de visitar el Santo Sepulcro, precisamente en la misma semana de Pascua, y aunque han pasado ya 2,000 mil años y millones de personas por ahí, la experiencia resultó ser la misma para mí: al principio, me quedé sorprendido, confundido. Me parece que en eso nos parecemos a María de Magdala que iba ahí en busca de alguien, de algo; pero nos encontramos ese lugar vacío.

Claro que, para poderlo ver con ojos de fe, tendríamos que quitar todo lo que está alrededor, realmente no entendía como hay gente que ahí se toma fotos o se distrae.  Para mí, es un lugar que quita el aliento, es como si la creación entera, el mismo tiempo, estuviera detenido en ese pequeñísimo espacio.

Hay quien dice que sus discípulos se lo llevaron, hay quien dice que resucitó. Con mi visita al Santo Sepulcro, creo que entendí algo: el sepulcro está vacío y sigue vacío, porque el Señor ha resucitado, lo hemos de encontrar en el camino de la vida, como los discípulos de Emaús, de regreso a casa; lo hemos de encontrar al partir el pan con los hermanos, con quien tiene necesidad de nosotros, en cada hermano que sufre y que nos requiere, cada vez que partamos el pan y en memoria de Él, hagamos lo que nos dijo.

Y esa es la noticia que quisiera dar a todos los lectores: “El sepulcro está vacío, Jesús ha resucitado”

¡Felices Pascuas de Resurrección!

P. Oscar Arias

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