En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica. Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”. Los discípulos se fueron a predicar la conversión. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban”.
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¿Cómo se puede entender la misión? ¿Cuáles son las características que acompañan la actividad misionera? El texto del evangelio de este domingo, nos sitúa, bajo la óptica de Marcos, en la comprensión de la misión. Veamos en qué consiste.
“La comunión con Jesús”. En la perspectiva de Marcos, la comunión con el Señor precede y nutre la misión, pues no se puede anunciar lo que no se vive. Justamente de esta ‘común-unión’ se delinea la fisonomía del discípulo, caracterizada por el seguimiento, la escucha, la compasión y ahora, la misión.
“Los envió de dos en dos”. Marcos no nos explica el motivo sobre esta característica del envío. Algunos biblistas, hacen referencia a la ‘Ley del testimonio’ que, según el Antiguo Testamento, debía ser atestiguada por dos personas (cfr. Dt 17,6; Mt 18,16). Me parece importante tener presente que, ciertamente el anuncio del Reino de Dios no es una actividad que se realiza en un protagonismo de personas solitarias, sino en la comunión de los discípulos entre sí, a partir de la comunión con Cristo.
“Comenzó a enviarlos”. Esta expresión indica que el apóstol es un enviado por iniciativa de Dios, como sucede en la vocación de los Profetas. Además, Jesús otorga a los discípulos el poder para expulsar los espíritus impuros y curar todo tipo de dolencias. El Señor no es indiferente al sufrimiento que padece el ser humano, más aún, la misión consiste en revelar la cercanía del Padre en su Hijo cuyo amor está por encima de todo mal: “¿Puede olvidarse una madre de sus hijos? Pues aún cuando ella lo olvidara, yo de ti jamás me olvidaré” (Is 49,15).
“Si en algún lugar no los reciben, sacúdanse el polvo de los pies”. En la misión puede darse la aceptación de la Buena Nueva o el rechazo. Bastante importante es esta última característica de la misión, ‘sacudirse los pies’, pues es una expresión que quiere dar a entender que al discípulo le corresponde anunciar y proclamar el Evangelio; el resultado y el juicio de la misión corresponden a Dios.
Decía el Beato Miguel Agustín Pro que, “cuando nos falten las palabras, evangelicemos con el testimonio”. Que el Señor nos conceda la gracia de que nuestra vida personal sea una Buena Noticia para las personas que encontramos en nuestro camino, al mismo tiempo que, denuncia de todo aquello que atenta contra la dignidad de la persona humana. Así sea.
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