En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de boda para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir. Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada, pero los quTiepe habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados. Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación.’ Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
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A lo largo de estos domingos, hemos escuchado algunas parábolas que hacen referencia al rechazo que el pueblo, en sus dirigentes, da a la llamada de Dios. Hoy encontramos la última parte de esta sección. De hecho, este texto evangélico posee dos parábolas con una enseñanza distinta pero que tienen un punto en común: el rechazo y la no conversión. Veamos:
1ª Parábola: Nos ubica en un contexto de bodas, el rey celebra la boda de su hijo. Recordemos que, en el Antiguo Testamento, una figura utilizada para hablar de la relación de Dios con su pueblo es la figura matrimonial, bajo la cual se enfatiza que, a pesar de la infidelidad del pueblo, Dios permanece fiel a sus promesas. En esta parábola, el rey representa al Padre quien prepara el banquete de bodas del Hijo con su pueblo.
A este respecto, tengamos presente que, el “banquete” o la “comida” en varias culturas es un gran medio para expresar la amistad y la intimidad que, en un sentido teológico, significa el encuentro con Dios. Por otra parte, los servidores que van al encuentro de las personas invitadas, representan a los profetas, quienes recibirán el rechazo e incluso el maltrato y la muerte. Los nuevos invitados provenientes de diversos lugares expresan la conformación del nuevo pueblo que es congregado, es decir, la Iglesia.
2ª Parábola: Enmarcada por el rey que observa a los invitados, quien nota que uno de ellos no llevaba “el traje de boda”. El desenlace es trágico, pero con una enseñanza: no es suficiente haber sido llamados y convocados a la fiesta, se necesita del vestido que, da a entender el cambio de mentalidad, es decir, la conversión. En otras palabras, el Bautismo que incorpora a la persona al nuevo pueblo requiere conversión constante, representada simbólicamente en el “vestido de fiesta”. “Sin cambio de hábito, es decir, sin la conversión del corazón de las costumbres pasadas, sin una nueva personalidad, no se puede participar del banquete de la comunión con Dios” (Card. Gianfranco Ravasi).
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