Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

–Yo los bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo:

–Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. (Lc. 3, 15-16. 21-22)

Comentario

El texto evangélico de este domingo presenta algunos elementos importantes a considerar: el primero de ellos, es el hecho de que Jesús fue bautizado estando entre la gente. Él no se bautiza aparte, sino que permanece con el pueblo. El segundo elemento es el gran signo de la oración; dice el evangelista, “mientras [Jesús] oraba”. Para Lucas, la oración tiene una vital importancia; de hecho, esta actitud orante de Jesús se encuentra cuando cura (5,16), antes de elegir a los apóstoles (6,12), en el primer anuncio de su Pasión (9,18), antes de la Transfiguración (9,28-29), al enseñar a sus discípulos a orar (11,1-2), en el Monte de los Olivos (22,34-46) y, en dos ocasiones en la Cruz (23,34.46). Podemos apreciar con ello que, Jesús inicia su ministerio orando y orando lo concluye.

Aparece, entonces un tercer aspecto a considerar: la apertura del cielo. También en el evangelio según san Lucas, tiene una vital importancia, pues aparece en tres ocasiones: el primero, con los ángeles en Belén (2,15), en el Bautismo del Señor y en el momento de la Ascensión (24,51). El cielo abierto quisiera subrayar la acción de Dios en la historia. Y un cuarto aspecto, es el descenso del Espíritu Santo. Lucas expresa que, “el Espíritu Santo bajó [descendió] sobre Él en forma sensible, como de una paloma”.

La paloma nos recuerda, en primer lugar, al pasaje del diluvio, donde una paloma es enviada para verificar que las aguas retrocedían de la superficie terrestre, y regresará con una rama de olivo; siendo con ello, mensajera del inicio de una nueva era y la paz restablecida entre Dios y la humanidad.

También aparece en el libro del Cantar de los Cantares, en el que la esposa es llamada “paloma mía”. De hecho, en la tradición popular de Oriente, la paloma está asociada a las bodas. En la interpretación judía, la paloma-esposa representa al pueblo de Israel, frágil y delicado, tomado por Dios con especial predilección.

Con estas características se puede apreciar que, en el Bautismo del Señor se inaugura un nuevo inicio de la creación y de la paz definitiva entre el cielo y la tierra; la boda entre Dios y la humanidad en el único Esposo, que es Cristo. En Él somos purificados y elevados a una dignidad única, como la de ser hijos en el único Hijo.

P. Julio César Saucedo

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