Hace unos días me disponía a pagar unos boletos de cine, aunque en cierta forma, de mala gana; pero no porque no quisiera invitarle el cine a mi amigo, sino porque la razón por la cual lo hacía era porque había perdido una apuesta.

Cuando aceptamos una apuesta, es porque estamos seguros de que vamos a ganar. El que apuesta dudando, ya perdió, y en mi caso, así fue: me la “jugué” sin tener verdaderos argumentos, pensando en que iba a ganar.

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Más que ganar la recompensa de la apuesta, la verdadera satisfacción consiste en comprobar que estás en lo cierto, que dices la verdad.

Muchas veces no sabemos escuchar los argumentos de los demás, y nos cerramos a una única respuesta, menospreciando las contrarias.

Hoy en día nos enfrentamos a uno de los grandes debates del siglo: el aborto.

Por un lado, tenemos a aquellas personas que aseguran que no hay vida en el vientre materno, y por lo tanto es legítimo abortar en beneficio de la libertad de la mujer que no desea ser madre. Por el otro lado, están aquellas personas que reconocen la vida de un ser humano en el vientre de la madre, y su derecho a la vida es lo único que hay que considerar.

La discusión se centra en el derecho de la mujer a elegir y en el derecho a vivir del niño por nacer.

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En las situaciones mencionadas anteriormente, diría el investigador de la UNAM, Jorge Traslosheros, que “los esfuerzos de ambos bandos consisten en disminuir o negar los derechos del niño por nacer o de la mujer”.

Ambos casos llevan a la confrontación, pues por un lado la bandera feminista tacha al grupo contrario de ser “anti-mujer” por querer que la mujer sea madre aún si no lo desea, y por otro lado, la bandera provida, pareciera no escuchar razones ni comprender dolores ante una situación de un embarazo inesperado.

Los diálogos que se han dado parecen ser diálogos de sordos. En donde se exponen los argumentos, y se escucha la voz contraria sólo para desmentir las tesis en la siguiente oportunidad de palabra.

La riqueza del diálogo consiste en que, a pesar de estar seguros de que se tiene la verdad, siempre se puede escuchar, y mejor aún, comprender a la persona que argumenta lo contrario. Porque no hay argumento que sea más importante que la persona a la que se tiene en frente, incluso, cuando se tengan todas las diferencias ideológicas del mundo.

Para este tema tan delicado y polarizado, se pudiera comenzar con aquello en lo que sí se está de acuerdo: que la salud de la mujer es importante y hay que buscar protegerla de cualquier amenaza de muerte, o la importancia de hacer valer los derechos de las personas. Tanto es importante reconocer que la mujer tiene derecho a decidir sobre su maternidad, como lo es reconocer que cualquier ser humano tiene derecho a la vida, independientemente de la etapa de desarrollo en donde se encuentre.

Desde el ámbito académico, profesional e incluso personal, el diálogo sólo puede acercar a las personas a encontrar respuestas en común.

*Alison González es vocera de la organización Pasos por la Vida.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

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Alison González

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