Dice un viejo refrán que “nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido”. Quizás muchos habíamos vivido en una relativa tranquilidad, observando -y hasta rezando- por quienes son menos afortunados, y ubicando el dolor o la adversidad en un lugar lejano a la propia vida.
Pero la pandemia llegó para sacarnos de nuestra zona de confort, trayendo incertidumbre a nuestras vidas; el dolor inevitablemente ha tocado nuestras puertas, y paradójicamente nos da la valiosa oportunidad de dejar atrás nuestro egoísmo al poder mirar el sufrimiento de nuestros prójimos, y liberándonos así de la ceguera provocada por una cultura que nos empuja al individualismo.
“Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta abandonado”, nos dice el Papa Francisco (Twitter 17 de sep).
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Ya no podemos permanecer indiferentes a las necesidades de los demás, hoy son muchos los que sufren: los enfermos, los migrantes, las víctimas de la violencia y también quienes, debido a los desastres naturales que han azotado a nuestro país, lo han perdido todo.
Un caso cercano es el de nuestros hermanos de Hidalgo, que sufrieron el desbordamiento de dos ríos inundando con aguas negras varios municipios que se encuentran dentro del territorio de la Diócesis de Tula, afectando a aproximadamente 31,000 casas, ¿cuántas personas, familias, niños, ancianos, padres de familia perdieron sus casas, sus pertenencias, su trabajo y hoy, atemorizados por la amenaza de una nueva inundación, necesitan una mano amiga y un motivo de esperanza?
Nosotros podemos convertirnos en esa mano que, unida a muchas otras, logremos mitigar las necesidades de nuestros hermanos en desgracia, participando en la campaña: CARIDAD CON TULA, organizada por las Redes de Apoyo y Confianza (RAC), iniciativa en la que participamos varias organizaciones y empresas, coordinadas por la Diócesis de Tula, la Conferencia de Institutos Religiosos de México (CIRM) y la Red de Educación de la CIRM.
Para mayor información del mecanismo de ayuda y participación, puedes visitar el micro sitio redesapoyo.org
No permanezcamos indiferentes a las necesidades de quienes hoy tenemos frente a nosotros. No será suficiente el condolernos con el otro, si no convertimos en oración y en acción nuestro pensamiento.
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“Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamársele así: el que sirve. Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿a quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?” Gabriela Mistral.
Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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