Jaime Septién
El caso de Debanhi Escobar es, de nuevo, la punta del iceberg. Algo muy fuerte se está pudriendo en México: el respeto a la mujer.
Todos los días la prensa nos trae el recuerdo de esta catástrofe. Los nueve o diez asesinatos, los miles de llamadas de auxilio, las violaciones de todo tipo que afectan la dignidad de las portadoras de la vida, se nos han convertido en costumbre.
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El pasado Viernes Santo, la RAI transmitió una entrevista con el Papa Francisco realizada por Lorena Bianchetti. Fiel a sus ideas, expresadas en todos los foros, el Papa subrayó que “las mujeres son la reserva de la humanidad”.
Más aún, dijo a Bianchetti que “las mujeres son la fuerza”. Si esto es así, ¡y es así!, los mexicanos varones estamos contribuyendo, con mayor talento que nadie, a dejar a nuestro país sin reservas, exangüe, anémico, postrado, a merced de cualquier ideología.
Vuelvo al Papa: “Ellas saben lo que es la vida (…) Hablan ese idioma”. Un idioma que hoy se pierde entre amenazas, golpes, cuchillos y balas. Cuando una nación se envilece, la primera víctima es el respeto a la dignidad de quien habla desde la vida. Sin rodeos: la primera víctima es la mujer. Estorba a los imbéciles.
La herrumbre que va cubriendo el corazón de México no se puede ocultar. Está ahí: matando mujeres como quien se deshace de un tesoro para comprar una cloaca.
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