Las situaciones de violencia, indeseables bajo cualquier circunstancia, representan la oportunidad de plantear la importancia del trabajo y la fe comunitaria en la construcción de la paz.
Esta semana, un motín en el Cereso número 3 de Ciudad Juárez dejó 10 custodios y 7 internos muertos, y 25 internos fugados. En Culiacán, la captura de Ovidio Guzmán desató bloqueos e incendios que llevaron a horas de temor a la población.
Acontecimientos dolorosos que alteran la paz de las personas y nos llevan a reflexionar sobras las posibilidades que hay desde la ciudadanía para colaborar en la contención y erradicación de las diferentes manifestaciones de la violencia y en la formación de espacios seguros.
En el marco de la Jornada Mundial de Oración por la Paz, el Obispo de Ciudad Juárez, Monseñor José Guadalupe Torres, recordó que el primer deber de todo ciudadano “es el de ser constructores de paz”.
Poner un alto a la violencia puede comenzar desde la comunidad, y recordar las palabras de Jesús contenidas en el Evangelio de Juan: “no pierdan la paz ni se acobarden”, que llevan a ser sensibles frente a la situación actual y participar en la búsqueda de solución a los problemas que afectan a todas y todos.
Trabajar de manera conjunta, comenzando por las familias, las comunidades, escuelas, instituciones y autoridades ayudará a construir una sociedad en armonía. Los acuerdos por la paz y sembrar el bienestar colectivo involucran a todos los sectores de la sociedad.
Hace algún tiempo conocí a un niño, entonces de 10 años, y a sus padres. Vivían en Culiacán —donde aún residen— y estaban convencidos que desde la familia y la escuela encontrarían la oportunidad de hacer una ciudad más segura.
Hoy, los tres promueven entre familiares y vecinos la cultura de la prevención, el alejamiento de las adicciones y la formación de valores como factores centrales para tener relaciones sanas. Saben que no van a enfrentar criminales, pero están convencidos que podrán contribuir a formas armónicas de relacionarse que ayuden a mejorar su seguridad.
Sembrar bienestar y buscar la reconciliación con uno mismo y con Dios ayudará a poner un alto a la violencia.
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