Desde chica fui pésima para terminar novenas; en realidad, creo que nunca terminé una como debe ser. Y vaya que no era falta de interés o devoción, porque entre amigas solíamos hacer novenas para pedir un buen novio, o pedir por nuestro futuro esposo, y con todo mi corazón anhelaba que eso sucediera, pero ni así recuerdo haber terminado dichas novenas.

Después de algún tiempo, hoy puedo disculpar mi “inconstancia”, pues veo claro aquella enseñanza de que incluso la ‘Oración es un don’. A Santa Teresita del Niño Jesús le costaba concentrarse y terminar el rezo del Santo Rosario.

Las novenas en particular no me convencían porque me sentía en un tipo ritual o superstición, y según yo, prefería dar lugar a la providencia y la voluntad de Dios. Tal vez era mi justificación para no sentirme poco devota o débil para tan solo completar 9 días de una pequeña oración.

Mi hermana, en cambio, siempre ha sido devota de las novenas; recuerdo que rezaba a Santa Teresita del Niño Jesús, y en el noveno día, de una u otra forma, recibía la rosa prometida en señal de que sus oraciones eran escuchadas. Entre la particular señal de dicha novena, y que era mi hermana quien la hacía, yo tomaba menos en serio las novenas.

Hoy, que todos estamos siendo retados por una pandemia, y ha sido secuestrado el control de nuestras vidas como las conocíamos… ha llegado el momento, la paciencia o el don de ser acompañada para terminar una novena.

Con tres hijos pequeños en casa, 24 horas, los 7 días de la semana, sin salir a la escuela, parque, casa de los abuelos o primos, mi esposo y yo empezamos a replantearnos el espacio donde vivíamos tan cómodos, céntricos y habituados. Los niños no tenían espacio suficiente, ni mi tranquilidad para que pudieran hacer ruido a sus anchas.

Decidimos cambiarnos a una casa donde no molestáramos a nadie, donde pudieran explayarse un poco más, pero, para esto debíamos rentar nuestro departamento y así, nosotros buscar otro espacio. Era un intercambio arriesgado, pero necesario por la salud mental de todos.

Pusimos el departamento en renta, evidentemente toma su tiempo que llegue un inquilino, y tal vez más en plena pandemia. A la semana le propuse a mi esposo hacer juntos una novena a San José, mi santo predilecto, para que nos encontrara un buen inquilino, y pronto.

El día 9 de la novena, pero 20 del anuncio, me dijo la corredora que le habían llamado 3 interesados, que querían cita mañana mismo.

Nos miramos incrédulos, porque todavía faltaba que a alguno le gustara el lugar y el presupuesto. Todo se dio, y por primera vez yo pude terminar una novena porque ahora tenía un equipo que me recordaba y motivaba a no fallar.

No queriendo abusar de San José, pero confiados en que nos escuchaba, nos unía y nos hacía orar juntos, ahora estábamos en busca de la casa para nosotros, así que comenzamos una segunda novena, a nuestro ya Patrono.

Como luego pude deducir, San José es el buenazo para encontrar Posada, y nos regaló para Navidad un lugar ideal, desde donde ahora podemos pasar este tiempo sin mayor preocupación que dar las gracias y seguir de su mano, porque simultáneamente Su Santidad, le consagró este año, en el que sin duda estaremos encomendándonos para nuestros siguientes pasos y decisiones.

*La autora es filósofa, esposa, madre de familia, consultora de imagen y fundadora de Macadamia.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

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Pilar Rebollo

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