En sus primigenios intentos por relacionarse con Dios, el hombre quiso encontrar al Creador en su creación, pero divinizó a la naturaleza de manera idolátrica, y con los siglos se fueron estableciendo mitos que le dieron forma a una religiosidad cósmica centrada en la madre tierra,  las religiones naturalistas, que por su origen y forma, son paganas.

En otro intento por encontrarse con lo sagrado, el hombre quiso descubrir a Dios en su propia vida interior, pero se divinizó a sí mismo en una inmersión de la maduración personal mediante el entendimiento que intuye lo sagrado en expresiones de algunas personas que comparten sus experiencias introspectivas a través de mantras a manera de oraciones. Así se fueron desarrollando las religiones místicas de la interioridad que proliferaron en Oriente, particularmente en India, China y su entorno.

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Entre los años 1500 a 700 a.C., el hinduísmo vio sus orígenes en la invasión de pueblos arios que llevaron a la India los escritos Rigveda, Samaveda, Yajurveda y Atharvaveda, relatos vedas, en sánscrito, de guerreros y brahmanes, dedicados a los dioses Agni, Indra y Váruna. Por su parte, en China se desarrollaron las religiones cósmicas, con numerosos dioses que son representaciones de los poderes de la naturaleza y de la vida, que dieron origen al culto al cielo sagrado como signo jerárquico de la armonía y la unidad cósmica, y al culto a los antepasados como origen sagrado de la vida. El budismo, aunque no existía formalmente, encontraría sustento en el rechazo ancestral de la India a dioses externos y a libros sagrados para insistir en la religiosidad como una experiencia de liberación interior, como lo conformaría Buda siglos después.

Entre los años 600 al 300 a.C., en el hinduismo surgieron los textos metafísicos de la religión hindú, se codificaron los vedas como escritura sagrada y los Upanishadas, textos teológicos de tres tendencias: monista, en la que todo es uno; dualista, en la que todo es o divino o cósmico (del mundo); y panteísta, en la que todo es Dios. Estos textos exploran la forma en la que los seres humanos se introducen en la Realidad Sagrada mediante la práctica del yoga. Por su parte, en China surgieron dos tendencias religiosas, la de Confucio, entre los años 551 a 479 a.C., quien desarrolló una moral social de sustento sagrado a partir del equilibrio jerárquico de la familia; y la de Lao Tse, en los siglos VI y V a.C., quien en el libro del Tao expuso una metafísica sagrada de tipo dualista, conocida como el Yin y Yang, que configura el taoísmo. Con respecto al budismo, entre los siglos VI y V a.C., el príncipe Gautama, el iluminado o Buda, estableció en el noroeste de la India un movimiento religioso centrado en cuatro principios: todo es dolor en la vida de los seres humanos, el dolor nace del deseo, el deseo debe ser negado, Buda es el camino para superar el deseo.

A partir del año 200 a.C., al hinduismo, que ya contaba con los vedas, se le agregó el Bhagavad Gita, uno de los textos del Mahabharata, libro del saber religioso de la India. El budismo penetró a China, y de allí a Corea y Japón, resultando en una simbiosis de tres religiones: el confucianismo, en el plano social; el taoísmo, en el plano metafísico; y el budismo, en el plano moral. El budismo quedó, entonces, configurado en tres cánones: el Pali, del Hinayana o Theravada, entre los siglos II y I a.C.; el chino, con escritos del Mahayana, entre los siglos  IV y V d.C.; y el tibetano, que da sustento al Vajrayana, en el siglo XIV d.C.

El Cristianismo es lo más nuevo, y aunque que va más allá de las religiones por ser un acontecimiento de gracia, se cuenta entre las expresiones religiosas porque celebra un sacrificio cruento, de sangre y de muerte, que ocurre en la persona de Jesús, y que es elevado a la plenitud en su gloriosa Resurrección que derrota a la muerte eterna.

La práctica de rituales naturalistas a la madre tierra, o del interiorismo del yoga, equivale a dar pasos hacia atrás en siglos y milenios, con riesgo de ensimismarse y distanciarse del Dios de Jesucristo, que es persona divina, Dios personal que actúa en la historia y que se ha revelado a través de los profetas, y plenamente en Jesús.

No hay otro modo de acercarse a Dios si no por medio de Cristo, como lo expresa la oración de la Iglesia: “Por Cristo, con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente”.

Roberto O'Farrill

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