Estamos a muy pocos días de haber arrancado el 2023 e idealmente ya hemos dado los primeros pasos hacia el logro de nuestros propósitos de año nuevo. Seguramente, uno de los deseos más socorridos es el de entablar nuevas relaciones y fortalecer o mejorar las existentes.
Reanimar significa infundir (el alma) vida y actividad espiritual al cuerpo y creo que es un buen término para visualizar lo que queremos que suceda con nuestras relaciones. Llenémoslas de vida, elevemos su nivel de calidad desde una mirada más espiritual, por encima de lo material y tangible, pero, sobre todo, invitemos a Dios en nuestro proceso.
“La amistad con Dios y la amistad con los demás son la misma cosa. No podemos separar una de la otra”. Santa Teresa de Ávila
Hay dos formas de observar nuestras relaciones, desde nuestro ego (juicios, vivencias personales, miedos, deseos, etc.) y desde nuestro espíritu (interés genuino en el otro, necesidad de conexión con los demás, respeto y curiosidad ante las diferencias, así como compasión y empatía ante las fallas.
Pero, ¿cómo empezar a reanimarlas?, ¿qué nos ha funcionado y qué no hasta el momento? La responsabilidad para cultivar y mejorar la calidad de nuestras relaciones es única y exclusiva de las partes involucradas.
Aquí algunas ideas para comenzar a trabajarlas:
Es común que cuando las relaciones no funcionan, atribuyamos la culpa a la contraparte, caigamos en generalidades como: “las relaciones humanas son muy complicadas”, y nos quitemos de encima nuestro porcentaje de responsabilidad en los factores que han estancado o destruido la relación.
Cuando bateamos las culpas y justificamos nuestras acciones, sólo nos auto-engañamos y solo logramos enfriar las relaciones y aislarnos en la zona de “yo soy el bueno” y los demás están mal.
Todos tenemos un lado B, en general nos manejamos como personas amables y simpáticas, sin embargo, eso no nos exenta de malos momentos y actitudes. Todos somos perfectamente capaces de lastimar a otros y vulnerables de ser lastimados u ofendidos. Es parte de nuestra naturaleza, es por eso que la humildad, el perdón y la empatía serán nuestros mejores aliados durante los baches de la relación.
Es por eso que es necesario tener muy presentes las virtudes de la otra persona y permitir que el aprecio a sus atributos positivos, nos ayuden a contrarrestar esos errores y defectos que inevitablemente saldrán a la luz.
Recuerda qué te hizo ser amigo de alguien, quizá una conversación llena de risas, alguna situación divertida y fuera de lo común, recibir un detalle inesperado, encontrar en la otra persona un consuelo o alegría en momentos de tristeza o adversidad. Todo lo anterior puedes utilizarlo para alimentar y cultivar tus relaciones.
Esforcémonos por crear experiencias que nos ayuden a conectar y profundizar más el vínculo con los demás. No es necesario llenarlo de cosas materiales, a veces es simplemente de tiempo de calidad, detalles o palabras que los hagan sentir importantes y especiales para nosotros. Darles el mejor regalo, nosotros mismos y un interés genuino por su bienestar.
“Cualquier amigo de verdad quiere para su amigo: 1) que exista y viva; 2) todos los bienes; 3) hacerle del bien; 4) deleitarse de su presencia; y 5) compartir con él las propias alegrías y tristezas, viviéndolas con él con un solo corazón”. Santo Tomás de Aquino
Por mucha confianza que sintamos en la relación no debemos de darla por sentado. El respeto y la prudencia en nuestras acciones, reacciones y comentarios será indispensable para salvaguardar la calidad de la misma.
Las personas que se cruzan por nuestro camino son un regalo para nuestro aprendizaje y crecimiento. Es esa sal que le da sabor a nuestra vida. Dejemos ir aquellas relaciones que nos lastiman e intoxican, pero pongamos todo de nuestra parte para cuidar aquellas que nos dan mucho más de lo que pueden quitarnos.
No podemos dejarle la responsabilidad a la “uva mágica” de los 12 deseos. Seamos primero esa persona que deseamos encontrar en nuestras relaciones.
“Amando al prójimo y cuidando de él, recorres tu camino. Ayuda al que está a tu lado mientras caminas en este mundo, y llegarás a aquel con el que deseas quedarte para siempre”. San Agustín
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