Recuerdo que, al comenzar febrero, el tema del amor y la amistad era algo de lo que mis alumnos invariablemente querían platicar. ¿Qué es en verdad el amor?, ¿cómo ser un buen amigo?, ¿qué hacer si el que pensabas era tu amigo, traicionó tu confianza?, ¿cómo volver a confiar después de que te dejaron con el corazón roto?,¿ existe el amor y la amistad verdaderas?.
Largas charlas y debates ocurrían en esos salones de clases, recuerdo ver sus miradas expectantes tratando de encontrar respuestas a las miles de interrogantes que surgían en sus mentes, pero sobre todo el deseo de sus corazones anhelantes de encontrar un amor fiel y entregado que diera sentido y plenitud a su existencia.
Si miramos el mundo y vemos las realidades que les toca vivir y los supuestos modelos de amistad, amor y felicidad que se les presentan nos damos cuenta, porqué sus corazones siguen buscando algo más, a alguien que verdaderamente los lleve a descubrir lo valiosos que son y les haga ver que solo un amor entregado, fiel, confiable podrá colmar sus corazones.
Y es aquí donde tenemos una gran labor como padres, educadores, evangelizadores, amigos. A los jóvenes les URGE que alguien les hable de Cristo, les ayude a dirigir su mirada hacia Él, a descubrir que el significado más profundo de nuestra imagen y semejanza con Dios radica sobre todo en la capacidad que tenemos de ser amados y de permitir ser regalos de amor para otros, como decía San Juan Pablo II.
No debemos tener miedo de hablarles con la verdad, acompañada siempre de ternura y de paciencia, pues el verdadero amor no es un montón de frases lindas y corazones de chocolate para ocasiones especiales, ni tampoco un puñado de sentimientos cambiantes a los vaivenes de la vida, y mucho menos algo que se conjuga solo en primera persona y que tiene fecha de caducidad.
Ese amor que buscan está en Jesús, en Aquél que dio la vida por sus amigos y que, a pesar de ser traicionado, negado, abandonado, permaneció fiel y cumplió sus promesas. El corazón humano fue creado para algo más grande, para ser saciado por ese Amor desinteresado, inquebrantable y confiable.
¡Y qué mejor forma de llevarlos a Jesús que estando cerca de Él por medio de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía! No podemos hablar de lo que no conocemos y si queremos hablarles de Jesús y acercarlos a Él, primero debemos reflexionar si somos personas Eucarísticas, que buscamos tener cada día una relación de amor más profunda con Él. Si salimos a su encuentro y nos ponemos en su presencia delante del Sagrario.
La Eucaristía es el regalo más grande que tenemos, prueba del Amor infinito de Dios por los hombres, de un Dios que se hace alimento para estar cerca de nosotros y acompañarnos en nuestro camino y recordarnos que no estamos solos y que su amor permanece para siempre.
Los invito a que demos testimonio de Aquél que es el Amor verdadero y mostremos por qué vale la pena dejarse amar por Dios, que nuestras vidas los animen a querer decir Sí al único amor que puede colmar plenamente sus corazones y que da sentido a todas nuestras acciones.
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