En los difíciles tiempos que estamos viviendo, las buenas noticias parecieran ser escasas o insuficientes para desvanecer todos los hechos negativos que suceden a diario y que superan nuestra capacidad de asombro.

En medio de la realidad social que vivimos, cada vez más complicada y que en el día a día para mucho presenta un panorama un tanto gris, comienza a sentirse como una brisa suave, fría, refrescante, la cercanía de la Navidad, que cada año nos llena de alegría.

La cercanía de las fiestas navideñas siempre nos despiertan añoranzas sensibles: el calor del hogar, la proximidad de la familia, los aromas de la cena navideña, las risas, los regalos, la alegría y la gratitud por estar juntos.

Pero para festejar con un profundo sentido cristiano el nacimiento de Jesús, el Dios que quiso hacerse hombre, se requiere una alegría que va mucho más allá de los sentimientos, porque ese pequeño e indefenso Niño que adoramos en el pesebre y que nos llena de ternura, es el mismo Dios que nos está colmando el alma y el corazón con la esperanza y gratitud por su infinito amor.

Sin duda nos ha tocado vivir una época muy difícil en la que la injusticia y el dolor son palpables y se intenta borrar de nuestra sociedad no sólo el sentido cristiano de la Navidad, sino a Dios mismo.

Hoy tenemos la oportunidad y el motivo para preparar una Navidad diferente, viendo en el pesebre de nuestros nacimientos aún vacío, al hermano que sufre por la soledad, al indigente que pide ayuda, a los ancianos abandonados, a los enfermos, a los migrantes, a los niños de la calle… a aquellos a quienes tantas veces miramos con desprecio olvidándonos de ver en ellos a otro Cristo indefenso y necesitado.

Seguro podremos hacer mejor su Navidad con un obsequio, una visita, una sonrisa o una oración y nosotros seremos más congruentes, más cristianos, y más felices haciendo vida el privilegio de servir y la oportunidad de dar.

Quizá no podamos transformar el mundo, ni acabar con lo pandemia, pero podemos transformar nuestro entorno y nuestra sociedad si cada uno de nosotros vivimos y actuamos como verdaderos cristianos y hacemos de nuestro corazón el pesebre digno para que nazca Jesús.

*Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia  y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Consuelo Mendoza García

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.

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